La escritora y periodista Elvira Lindo, posando en la librería Rata Corner de Palma. | Teresa Ayuga

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Asegura que llevaba preparándose toda la vida para escribir este libro, pero es ahora, diez años después de su última novela, Lo que me queda por vivir, cuando Elvira Lindo (Cádiz, 1962) se ha atrevido a hacerlo realidad y «bucear» en el álbum familiar. Así surge A corazón abierto (Seix Barral), el esperado regreso a este género de la creadora del entrañable Manolito Gafotas. Lindo recaló ayer en los jardines de La Misericòrdia de Palma para presentar el libro, ciudad en la que vivió y cuya experiencia también recoge en esta novela. La librería Rata Corner organizó el acto.

«Siempre había querido escribir un libro sobre mi padre, una persona muy extravagante, expansiva, con una vida agitada y nómada, muy dado a tener amigos, estar en los bares y en la calle, con opiniones distintas a las que solían tener otros padres. Empecé a bucear en la memoria fotográfica de mi familia y encontré unas fotos de cuando mis padres se conocieron en los cincuenta. Eran fotos muy bonitas que parecían de una película de neorrealismo italiano, muy espontáneas», cuenta Lindo.

«No quería escribir un libro sobre anécdotas o recuerdos, sino que fuera como un puzle, contando una historia tras otra y que, al final, el lector encajara las vidas de esos dos personajes», apunta. De esta manera, en A corazón abierto, cuyo título alude a la delicada operación a la que tuvo que someterse su madre, la autora se «coloca en cada presente» de la vida de sus padres, en sus ojos de niña de 9 años o de adolescente de 15, e incluso de antes de nacer ella. «Eso para mí es lo que le hace un libro distinto, muy literario», reconoce.

A lo largo de las cerca de 400 páginas, Lindo traza, aun sin pretenderlo en un primer momento, como ella misma confiesa, un retrato de la España del siglo XX, la Guerra Civil y la cruda posguerra o el Madrid de los 80. «Yo misma me di cuenta, cuando acabé el libro, de que si narras la historia de dos personas que nacieron en los años 30, que vivieron la guerra como niños, pasaron la posguerra, se enamoraron en los 50, tuvieron una familia numerosa y que se trasladaron por toda España por el trabajo de mi padre en obras públicas, quieras que no son vidas que acaparan muchos de los asuntos que marcaron este país», señala.

La autora durante la presentación en La Misericòrdia, acompañada por Cati Moyà.

Esfuerzo

Lindo describe a sus padres, convertidos en grandes personajes literarios, sin idealizarlos, sino «entendiéndolos». «El verdadero esfuerzo es quererlos como son, con los defectos suyos y los propios de la época», afirma. En ese sentido, la autora no usa «palabras modernas» como misoginia, heteropatriarcado o machismo para explicar la historia de ese amor excesivo que se profesaban sus padres, que «se querían a la manera imperfecta y dañina en que el hombre celoso ama a su mujer, y la mujer débil y enamorada se rinde a la locura».

«Parece que ahora todo está definido, lo que es un amor saludable, las relaciones tóxicas, pero los sentimientos de las personas son muy difíciles de controlar. Creo que incluso puedes educar o preparar a tus hijos sentimentalmente para que tengan relaciones sanas y felices, pero no podrás impedir que sean infelices, pues los sentimientos son difíciles de controlar. En el amor siempre hay algo de toxicidad», puntualiza. «Los niños son muchas veces personajes protagonistas de las familias, pero en nuestro caso y creo que era más común en esa época, éramos personajes secundarios. Eso probablemente hizo, junto con la condición de que era la pequeña de la casa, que tuviera más libertad de hacer y para observar», añade.

Otra cuestión interesante es que Lindo reivindica esa generación a menudo olvidada de quienes se quedaron en España en la inmediata posguerra, una generación de la que la autora destaca su «escaso victimismo», pues «concentró toda su energía en no pasar necesidad». Ahora, Lindo considera que «cuando el lenguaje psicológico empezó a trufar el lenguaje normal, es muy fácil concederte a ti mismo y a los demás traumas o diagnósticos». Por otra parte, admite que «vivimos en una época en la que hay que mostrar cierto optimismo para encontrar trabajo, llegando a ser una obligación».

Palma

Además de Madrid, Málaga y Cádiz, en A corazón abierto Lindo recuerda el año que pasó su familia en Palma. «Fue crucial, un descubrimiento de la belleza mediterránea y de la sensualidad. Fue también donde mi madre enfermó definitivamente y para los de la Península, Mallorca significaba la modernidad», asegura a la vez confiesa que hace un tiempo pensó instalarse en Sóller con su marido, el también escritor Antonio Muñoz Molina.

Asimismo, en el colegio de monjas al que asistió en Ciutat, que en su imaginario podría ser el escenario de Torres de Malory, coincidió con la actriz Assun Planas –quien subió a escena la obra de Lindo La sorpresa del roscón–, con la que todavía hoy comparte una gran amistad.