Es una de plumas más convincentes de la novela contemporánea, un virtuoso que maneja la metáfora como nadie. Miqui Otero es de aquellos autores que no construyen su obra con palabras, sino con ideas. Ideas que transpiran honestidad, realismo y genialidad a partes iguales. Su última entrega lleva por título Simón (Blackie Books, 2020), otro brillante ejercicio narrativo de 400 páginas que recorre el espíritu narcisista e inseguro, aunque fascinante, de la Barcelona de los últimos 30 años. Lo hace a través de los ojos de su personaje, uno de esos héroes sin capa que se instalan en el corazón con la fuerza abrasadora y subyugante del primer amor. La librería La Biblioteca de Babel de Palma organizó su presentación en un acto realizado ayer por la tarde en los jardines de La Misericòrdia de Ciutat, que contó con la presencia del autor.
Una de las grandes virtudes de Simón es que es un espejo al que el lector acaba asomándose. — Sí. Pese a llevar el título de su protagonista esta es una novela ancha, en el sentido de que arrastra muchas situaciones y personajes. Es una novela coral que intenta entender el mundo a través de su protagonista.
Para un autor tan implicado como usted, ¿qué resulta más difícil, entrar o salir de los personajes? — Salir. Intento conocer muy bien a la gente sobre la que escribo y tengo mis trucos, de repente los entrevisto para conocerlos mejor, así no me cuesta tanto inventarlos, y en el proceso me encariño mucho con ellos. Luego, aunque suene cursi, abandonarlos me cuesta mucho.
¿Cuál es la doble lectura más interesante que nos brinda su libro? — Más allá de la vida que plantea la novela hay un montón de temas paralelos, para mí tienen que ver con la idea del talento, la vocación y aquello que quieres ser en la vida. Aunque creo que cada lector debe decidir con que doble lectura se queda.
En Simón casi es tan importante el personaje como la ciudad que le envuelve. — La ciudad, y en el caso de Simón la época incluso, están muy marcadas, más que en anteriores novelas. Arranca en la Barcelona olímpica y la trama va en paralelo a Simón, que cree a ciegas en el futuro deslumbrante que está por venir, aunque por el camino va perdiendo certezas, se va haciendo adulto.
Simón es un niño que vive a través de la ficción de sus libros, ¿cuánto hay de usted en él? — Esta es la novela en la que me he implicado más, pero es la menos autobiográfica, lo hice para tomar algo de distancia. Pero sí que hay esa pasión lectora del protagonista en mí, también yo era un niño ultrasensible que igual había leído demasiadas novelas y eso le hace daño.
La novela traza una reflexión muy inteligente sobre el dinero, ¿Gordon Gekko compraría su libro? — (Risas) Es una de mis obsesiones, no el dinero, sino de dónde viene el dinero, quería rastrear su procedencia, por eso he incluido esta cita de Balzac: «Toda gran fortuna esconde un crimen».
¿La realidad sociopolítica le ha hurtado al ciudadano el derecho a la utopía? — Lo que sí creo, y Simón es fruto de esto, es que la Historia ha vuelto a imponer su narración, con esta crisis sanitaria ha vuelto a organizar la vida de las personas como no lo hacía desde la crisis del 2008.
¿La melancolía es el mejor asidero para escribir? — La literatura es un refugio para quien no es plenamente feliz, y hablo tanto de los que la escriben como de quienes la leen. A quienes están encantados de conocerse les basta con salir a hacer footing.
Esta vez no hace referencias al pop, sin embargo la novela posee la jubilosa intensidad de un tema de Housemartins. — ¡Me encantan Housemartins!, una banda que puede estar hablando de cosas injustas o tristes pero lo harán con una melodía alegre que sirve de consuelo a mucha gente. Esto mismo he intentado trasladar al libro.
¿Cuál fue el último libro que le salvó la vida? — No creo en la idea de que un libro o canción te puedan salvar la vida, te la pueden hacer más tolerable, como los buenos amigos.
¿Qué novela escogería como autorretrato? — No lo sé, hay libros que me provocan entusiasmo como Rebeldes de S.E. Hinton.
¿Cuál es el peor consejo que ha recibido? — Uno muy tóxico: «Ve siempre con la verdad por delante». Hay que ser honesto, pero si todo el mundo dijera lo que piensa pareceríamos concursantes de Gran Hermano.
Nadie va con la verdad por delante porque todos incorporamos nuestra dosis de hipocresía. Lo contrario es prácticamente la norma: aquí están mis mentiras y, si preferís otras, tengo más. Sobre todo si somos políticos, abogados, rameras o periodistas.
Este titular invita a la confusión. Que mucha gente deprimida acuda a la literatura es posible, pero no toda la gente que acude a la literatura está deprimida. Así como lo pone parece que todos los que leemos estamos deprimidos. Lo que sí invita a la depresión es leer asiduamente algunos periódicos...
La literatura quizá no es un refugio para gente no plenamente feliz, sino para gente que está saturada de la gente, y le ayuda a pensar y a organizar las ideas y lo que le está pasando. Y muchas veces eso pasa porque inconscientemente se acumulan demasiados enemigos.
6 comentarios
Para comentar es necesario estar registrado en Ultima Hora
Nadie va con la verdad por delante porque todos incorporamos nuestra dosis de hipocresía. Lo contrario es prácticamente la norma: aquí están mis mentiras y, si preferís otras, tengo más. Sobre todo si somos políticos, abogados, rameras o periodistas.
"La chair est triste, hélas, j'ai lu tous les livres" (Mallarmé).
Se suele decir que la gente inteligente es pesimista, lo que yo llamaría el "complejo de Fausto" o la tristeza del saber.
Hombre, a veces se lee con interés de conocer y aprender.
Este titular invita a la confusión. Que mucha gente deprimida acuda a la literatura es posible, pero no toda la gente que acude a la literatura está deprimida. Así como lo pone parece que todos los que leemos estamos deprimidos. Lo que sí invita a la depresión es leer asiduamente algunos periódicos...
La literatura quizá no es un refugio para gente no plenamente feliz, sino para gente que está saturada de la gente, y le ayuda a pensar y a organizar las ideas y lo que le está pasando. Y muchas veces eso pasa porque inconscientemente se acumulan demasiados enemigos.