Fabré con la pieza ‘Nube modernista’, que ha creado especialmente para Can Prunera. | Redacción Cultura

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«Volverán los monasterios, no en su forma pasada con la religión en el centro, sino como refugio para aprender de nuevo a mirar, a oír y pensar en todo aquello que no le interesa al mercado». Estas sugerentes palabras del gran poeta mexicano y Premio Nobel de Literatura Octavio Paz son las que lucen en una pared del nuevo estudio del artista Ñaco Fabré (Palma, 1965) en Inca y que, a su vez, acompañan la pieza Construcción para el pensamiento de Fabré. El creador, que en octubre se trasladó al corazón de la Isla para vivir y trabajar, algo que para él no tiene distinción, está ultimando allí su próxima exposición, Elogio del aire, que será la que reabrirá el museo de arte modernista Can Prunera de Sóller.

La inauguración, que tenía que celebrarse el pasado mes de agosto, será previsiblemente esta primavera, aunque dependerá de la situación sanitaria. La muestra constará de una treintena de piezas de diferentes formatos, desde la instalación y esculturas en aluminio a dibujos tipo collage y pinturas de grandes dimensiones.

A su vez, la exposición contará con un catálogo en el que se incluirán textos de Elie Kerrigan, traductor especializado en arte y vinculado a la Successió Miró, y Montse Torras, comisaria de arte y alma mater de IntroArt.

Depurar

La idea de este proyecto, cuenta Fabré, es «depurar al máximo la línea y el color, de ahí que la tendencia sea el blanco», algo que define su trabajo y que casa muy bien con el propósito de «descargar» el espacio de Can Prunera, tan característico de esta antigua casa modernista construida a principios del siglo XX.

Respecto al título, Elogio del aire, Fabré señala que «es una evidente alabanza hacia todo lo visible, y más aún, hacia todo lo inefable; a lo comprensible, pero también a lo enigmático».

Asimismo, en esta reflexión poética, filosófica y plástica que plantea Fabré en Elogio del aire, también juega un papel importante «la ausencia, lo no visible, tan presente en los silencios necesarios de la poesía» y se alude al «refugio del pensamiento, del alma humana, donde reside el enigma que nos conduce a la enriquecedora dura, a la comprensión del universo sin llegar a entenderlo».

Así, la obra de Fabré, con una trayectoria de 35 años, se nutre de muchos y diversos referentes, nombres como el ya citado Octavio Paz, Joan Miró, Henri Matisse, Ettore Spalletti y César Paternosto, o escritores como Roberto Bolaño, Paul Auster y Adam Zagajewski. Todos ellos pueblan la biblioteca de Fabré, que también trabaja con música de fondo, clásica, pero sobre todo de artistas como Miles Davis o John Coltrane.

Taller

Y es que, como apunta Fabré citando al portugués Pedro Cabrita, «para un artista, la dimensión del taller es la del mundo, y todas las obras tienen la dimensión del pensamiento», y el taller de Fabré, una antigua fábrica de zapatos de 400 metros cuadrados, habla por sí solo.

«El estudio siempre se queda pequeño. De hecho, además de tener mucha ilusión porque en Sóller fue donde de niño subí por primera vez a una montaña, tengo ganas de exponer porque necesito vaciarlo un poco», admite Fabré que, como explica, ha cambiado su «centro neurálgico» por Inca.

«Antes y durante tres años trabajaba desde el Polígono de Can Valero de Palma, pero necesitaba más espacio exterior para trabajar las esculturas y que pudieran secarse las pinturas sin que se perjudicaran. Además de tener más luz y amplitud, me gusta porque tengo esa sensación de tren, de cuando en verano voy a París, invitado por un amigo mío americano que tiene un taller allí, y tienes que coger el tren o el metro para ir a la ciudad para comprar libros o visitar exposiciones», justifica.

Pero Can Prunera no es el único proyecto que tiene en marcha Fabré que, asegura, «soy artista las 24 horas del día», porque, tal y como advierte, «el pintor siempre ha de estar preparado para cuando te invitan a participar en alguna propuesta».

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Fabré, posando en su estudio de Inca, que era una antigua fábrica de calzado.