El actor Alberto San Juan, ganador del Goya por ‘Sentimental’, junto al guitarrista Fernando Egozcue. | Pablo Lorente

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Allá por la década de los años 80, el escritor, ensayista y poeta uruguayo Mario Benedetti, uno de esos eternos exiliados, paseaba por las calles de Palma, probablemente saliendo del extinto Bar Miami, del que gustaba visitar, y de camino a su casa ubicada en la calle Sant Jaume, sin saber probablemente que cuatro décadas después sería el protagonista, no muy lejos de allí, de Te quiero, Benedetti, un homenaje a él, y a través de su figura a tantos otros literatos y artistas que se vieron forzados a huir de sus hogares. Es el actor Alberto San Juan, flamante ganador de un Goya en su última edición por su papel Sentimental, junto al guitarrista Fernando Egozcue el responsable de que hoy, a las 19.00 horas en CaixaForum, los versos de Benedetti vuelvan a resonar en Ciutat en el 101 aniversario de su nacimiento.

¿Cómo describiría la velada de este martes?

— Yo diría que somos como dos titiriteros que llegan al pueblo de turno, en este caso Palma, a contar sus historias, cantar sus canciones y recitar sus poesías. Somos dos contadores de historias. En realidad hacemos un poco de todo: música, prosa, poesía. Esta última es una parte más de lo que hacemos y el formato da igual, lo importante son contar historias.

Egozcue y usted tienen varios números, ¿por qué eligieron llevar a cabo el de Benedetti aquí?

— Llevamos 10 años trabajando juntos y en Palma lo hacemos a petición de CaixaForum. En cualquier caso, es la excusa para hablar de un tema que nos interesaba mucho: la enorme cantidad de voces de la cultura que han sufrido el exilio. Particularmente el republicano de los españoles a partir de 1939 que cruzaron el Atlántico y luego, en los 70 y 80, el de tantas voces latinoamericanas huyendo de las dictaduras del cono sur de vuelta a Europa. En cualquier caso, Benedetti es el autor que más presencia tiene en el repertorio.

El tema del exilio sigue estando muy a la orden del día con la llegada casi a diario de personas que huyen de sus países y acaban en nuestras fronteras, ¿qué cree que nos falta como sociedad para atender esta problemática?

— Acabar con el dinero como principio organizador de la sociedad. Es decir, acabar con el capitalismo, que es un sistema en el que todo es mercancía, también lo vivo, y el valor de las cosas se mide por su valor económico y no existencial. Mientras esto siga así habrá destrucción del ecosistema y pobreza. Hasta que no pongamos lo vivo por encima de todo lo demás seguiremos teniendo estos problemas.

¿Cree que nos falta más Benedetti en las escuelas?

— Creo que en la educación falta valorar las artes con la misma fuerza que se valoran las ciencias. No entiendo por qué las matemáticas son más importantes que la danza y creo que en otro sistema educativo, más provechoso para la vida, deberían estar al mismo nivel. De modo que sí, para contestar, hace falta más Benedetti y poesía en general en las escuelas.

Durante su discurso en la gala de los Goya hizo una reivindicación del derecho a la vivienda. Si la gala fuera ahora, ¿repetiría la misma consigna?

— Es un tema sangrante, por desgracia, porque sigue siendo un bien de primera necesidad y nadie debería tener ningún problema para acceder a una porque sea un bien de lujo. El esfuerzo que hay que dedicar para pagar un alquiler es demoledor, por lo que sí, volvería a hacer el mismo alegato.

¿Por qué cree que posicionarse políticamente siendo artista está tan mal visto en este país?

— Porque nuestra democracia deja mucho que desear. Cuando se dice política lo primero que se piensa es en los partidos, pero la política es cómo nos organizamos para convivir. Es una cuestión de todos porque cualquier ser humano tiene una naturaleza política. Por eso cuando decimos que el arte no debe meterse en política es absurdo porque las historias siempre tienen un aspecto político al hablar de un tipo de relaciones. No se puede hacer teatro no político.

Estos días ha habido polémica por unas palabras de Toni Cantó en las que decía que no había podido trabajar en el teatro de Catalunya por hacer obras en castellano, ¿le ha pasado a usted?

— Catalunya es el lugar donde más trabajo y yo no hablo catalán. Desde el año 2000, cuando actué por primera vez, he ido todos los años y nunca he tenido ni un solo problema por actuar en castellano. Es algo absolutamente falso.

Su más reciente película es El cuarto pasajero, de Álex de la Iglesia, en la que comparte elenco con la mallorquina Pat Aguiló, ¿qué tal esa experiencia?

— Fantástica. Fue mi primera vez con Álex de la Iglesia y ha sido estupendo. Es una comedia que rodamos entre febrero y marzo, por lo que las restricciones eran más fuertes y no pudimos hacer mucha convivencia después del trabajo, pero fue genial.