A finales de los sesenta una espigada debutante atravesó como un abrasador objeto no identificado la RAI de la Democracia Cristiana. Le prometieron que sería la nueva Lollobrigida, pero no le interesó. Raffaella Carrà hizo caso a la intuición y se decantó por la pantalla chica. Allí se hizo fuerte. No tardó en compatibilizarla con una lucrativa carrera musical que explotaba toda su sensualidad. Aquella mujer llamativa y ardiente, de piel pálida y maquillaje espeso, con un físico afilado que recordaba al de su compatriota Silvana Mangano, disparó los termómetros dos décadas antes que Madonna.
La diva de cabello dorado
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1 comentario
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"Al cel sia..." pero es la cuarta necrología de la artista en UH, o sea una especie de apoteosis o divinización.