Regresos, retornos, hay muchos. Están las patrañas lideradas por megalómanos con tripita y un agujero en el bolsillo, que a la postre suelen acabar arrastrando su leyenda por el fango. Y están los regresos como Dios manda, con todas las piezas engrasadas y canciones frescas bajo el brazo.
Da igual si vienen acompañadas de un volantazo estilístico, aunque, para qué engañarnos, ningún fan de Antònia Font acudirá a sus conciertos de Inca y Primavera Sound esperando una ruptura creativa, del mismo modo que nadie va a comer a casa de la abuela esperando nouvelle cuisine. Con todo, sabemos que la banda de Joan Miquel Oliver, quien nos atiende en su estudio, es propensa a la reinvención. Quedan avisados.
¿Cómo está Joan Miquel? Dígame la versión larga...
—Muy bien, contento, con ganas de volver a tocar.
¿La vuelta de Antònia Font se debe más a una necesidad creativa o comercial?
—Puramente creativa. Comercial, no precisamente, nos ha costado juntarnos justamente porque todos tenemos nuestra propia carrera bien encaminada.
¿Qué les ha hecho volver, entonces?
—Mira, una vez al año hacemos una cena con los royalties de nuestro primer disco y en la última Pau Debon propuso hacer un par de conciertos. Pero, claro, la vuelta de Antònia Font es un tema muy serio y cada uno puso encima de la mesa cuál sería el marco ideal. En mi caso, el nivel de compromiso fue muy grande. Propuse volver con nuevo disco. Tuve que luchar mucho para convencerles ya que eso implica volver a poner en marcha la maquinaria de Antònia Font al cien por cien. Al final nos ha quedado una vuelta digna, con disco nuevo.
¿Ya están trabajando en él?
—Sí, saldrá a principios de 2022.
Antònia Font cuenta con los parabienes de público y crítica, hay quien incluso les considera irrepetibles. ¿Hasta qué punto condiciona ese background en una futura reunión y, no digamos ya, a la hora de grabar nuevo material?
—Un disco solo tiene sentido si aporta cosas nuevas, eso me lo he metido en la cabeza y lo conseguiré, superarme como compositor es mi trabajo.
¿Cómo han encajado el sentimiento de euforia y exaltación que ha despertado entre el público su regreso?
—Las reacciones han sido muy bestias. Entiendo la euforia, pero parece que algunos quieran dirigirnos la carrera y Antònia Font son cinco personas y las decisiones las tomamos nosotros.
Más allá del nuevo álbum y los recitales confirmados, ¿existe un futuro en clave Antònia Font?
—Habrá recorrido, pero en lugar de ser una gira de aforos medianos haremos una gira corta de aforos grandes.
Envolvente y transversal, pero afable y bienhumorado. ¿El repertorio de Antònia Font es por ello menos catártico?
—Antònia Font tiene un punto de humor, pero no es cómico sino irónico. Esa poesía de arrastrarse, llorar y lamentarse la encuentro muy egocéntrica, no me interesa.
A la hora de crear, ¿alguna vez siente que debe borrar parte de lo aprendido para recuperar la espontaneidad?
—Todo lo que escribo lo planteo así, como si fuera la primera canción que escribo. No te puedes repetir, si lo haces no funciona.
Podría decirse que su carrera tiene mucho de work in progress, es decir, que se aleja de rutas planificadas en pos de la intuición...
—Claro, es importante que cuando escuchas un disco se vea cómo está hecho, por eso no tiramos de edición, no utilizamos autotune. Hoy en día está todo muy despersonalizado, yo siempre digo que cuando pongo un disco quiero sentir personas que están tocando.
Su paleta cromática se ha diversificado en cada trabajo, hasta el punto de que sería un simplismo describirla como pop. Hay que establecer nuevos límites estilísticos para definirles?
—No, cuando yo hablo de música pop no lo entiendo como un estilo sino como una actitud, es decir, el objetivo consiste en buscar la emoción y hacer música de una forma doméstica.
A veces pienso que sus letras expresan una curiosa mezcla de estoicismo agresivo y confesión irónica. Le divierte lidiar con sus propios impulsos contradictorios y los de la naturaleza humana en general?
—Cuando escribes un texto debe tener sustancia y el sentido del humor, así como yo lo utilizo, es un elemento muy importante.
Dentro de su peculiar comicidad cabría una canción que tratase esta pandemia en términos bíblicos, como si fuera un azote del señor para meter en cinta a los díscolos humanos?
—(Risas) ¡Qué va!, no nos dedicamos a eso. No gastamos pandemia en Antònia Font.
Al crear, cuando uno comienza a asomarse a los 50, siente la necesidad de mirar atrás y hacer balance o aún no es momento de caer en la nostalgia?
—Cuando empiezas a escribir lo primero que sale es siempre una especie de diario y ello implica mirar atrás.
¿Qué canción le gustaría haber escrito?
—No soy mucho de escuchar canciones, pero te diré Everybody's Got To Learn Sometime, de The Korgis.
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