La productora y directora suiza Erika Lust en Palma. | M. À. Cañellas

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La productora y directora de cine para adultos Erika Lust (Suiza, 1977) quiere «cambiar la industria».

Tras acabar sus estudios en Ciencias Políticas y Feminismo en la Universidad de Lund se trasladó a Barcelona, donde nació su inquietud sobre la sexualidad femenina y el arte de «provocar sin ver nada». Por ello, decidió formarse en cine y de ahí surgió su primer cortometraje, The good girl. «Partí del cliché del pizzero y conté la experiencia de ella». Poco después, en el año 2004, creó su productora con un propósito claro: «Dar a la mujer el lugar que se merece en el mundo del porno». Ahora desembarca en Mallorca en busca de localizaciones para un nuevo proyecto.

Ha aterrizado este viernes en la Isla.

—Tengo que reconocer que nunca había estado antes, pero ya estoy enamorada. He venido para celebrar mi aniversario de boda. Además, estoy trabajando en varios proyectos. Me encuentro sumergida en la redacción de un guion mientras busco localizaciones para un proyecto que se filmará el verano que viene.

¿Cuál fue primera experiencia en el cine para adultos?

Pijama party, con 12 años. De repente, una amiga sacó un VSH que había encontrado en los cajones de su padre. No fue lo que me esperaba, sentí que era una parodia, ridículo. La segunda vez era más adulta, tenía 18 años. Estaba con mi pareja, que me lo presentó con la idea de 'pillar un par de trucos', como la mayoría de mujeres. Recuerdo que eran situaciones que me ponían, pero no estaba contenta con lo que veía.

¿Este género es una industria de hombres?

—Cuando comencé a consumir porno vi cómo los hombres de mi alrededor lo disfrutaban. Sin embargo, yo sentía un conflicto entre mi parte intelectual y mi cuerpo más físico. Me di cuenta de que había diferencias de género. El hombre se siente cómodo y la mujer asqueada. Algo fallaba.   

Parece que la mujer se avergüenza de ver este tipo de cine.

—Es lógico. Tras años de represión, hemos conseguido tener algo de independencia y derecho a decidir sobre nuestra propia vida. Encima, te metes en internet y solo encuentras porno mainstream, donde nos tratan de una manera bastante repulsiva. Es muy agresivo. Con títulos como Teen Getting Destroyed [Adolescente destrozada], es normal que la mujer no se sienta bien;pero esto es una sola parte del porno. En los últimos diez años ha nacido un estilo más alternativo, de calidad, que no se financia con anuncios de ‘maduritas a veinte metros te quiere conocer'.

¿Cómo define usted el porno feminista?

—La gente, cuando piensa en este concepto, se imagina una mujer fea, con pelo en las axilas, que se pone un arnés y se acuesta con todos los hombres. El porno feminista parte de la idea de que la mujer también es sujeto. La mujer pasa a ser la persona que cuenta su historia.    Disfruta de su propia sexualidad, no es un agujero que finge un orgasmo falso a los cuatro minutos.

Entonces, ¿no es para hombres?

—No. A muchos les ha ayudado a ponerse esas ‘gafas feministas' y ver el mundo desde nuestra perspectiva como mujer. Muchos me han dado las gracias por abrirles los ojos.

¿Recibe muchas críticas?

—Yo, como directora de porno feminista, para la industria mainstream soy una feminazi, y para algunos colectivos de mujeres soy una falsa feminista.

¿Debería normalizarse el cine para adultos?

—El sexo es algo que nos identifica, nos da vida y crea vida. El porno no es solo placer, te ayuda a conocerte. Hay mucha gente que ha descubierto su orientación gracias a ello. Los seres humanos no deberíamos tener miedo al sexo.

¿La clave del buen sexo?

—La comunicación con tu cuerpo es muy importante. Si tú no sabes lo que te gusta, cómo lo va saber alguien. Ahí empieza todo.