Fue un encuentro en el que el numeroso público pudo, además de escucharla, formular algunas preguntas. Uno de los presentes expuso una cuestión tan «profunda» y «poética», como la propia Zafra calificó, que la escritora tuvo que reconocer que aquello merecía una respuesta más tranquila y pausada que no una contestación rápida y superflua. «Tardaría mucho tiempo en responderte, como sucedió con aquella mujer que me preguntó ‘dónde quedaba la esperanza' tras leer El entusiasmo», comentó entre risas cómplices Zafra.
Y, con el tiempo justo para atender esta entrevista antes de coger un avión de vuelta, la autora habló sobre la ansiedad, la autoexplotación y la precariedad. «En esta masterclass quería reflexionar sobre la situación de los creadores como trabajadores, en tanto que los artistas se suelen vincular más en un ‘ser' artista que no en un ‘hacer'», señaló.
Artista
«Precisamente, una de las transformaciones más interesantes de las últimas décadas en el contexto creativo es la profesionalización de los artistas que, de pronto, nos permite identificar y crear todo tipo de trabajos vinculados con el imaginario de lo simbólico, del escenario explosivo con la cultura mediada por pantallas», detalló.
Así, El entusiasmo (Premio Anagrama de Ensayo 2017), centró gran parte del encuentro de ayer, aunque también Frágiles (Anagrama, 2021). «Quería intentar dar respuesta a las respuestas que obtuve con El entusiasmo, que me animaron a convertir esas charlas y experiencias en reflexión con la transversalidad añadida de la pandemia», matizó Zafra.
De esta manera, la autora puntualizó que «Frágiles tiene como punto de partida las tres líneas de fuga con las que termino El entusiasmo: la conciencia, la imaginación y la alianza. El feminismo nos revela el entrenamiento del patriarcado sostenido en acentuar la enemistad entre mujeres.Y de pronto descubres la sororidad, el convertir lo íntimo y opresivo en algo público y compartido. Movimientos como el Me Too o Ni una menos han demostrado que existe la colectividad política», analizó.
Guerra
Por otra parte, Zafra denunció que «la vida no es una guerra» en la que hay que competir y pisar a los demás. En contraposición, la autora defiende la necesidad de «cuidarnos».
«En el fondo, vengo de la filosofía y el arte, que son sustitutos de los ansiolíticos. Creo que hay que poder vivir con lo que nos inquieta e incomoda, pero se requiere de un cambio de formas del pensamiento hegemónico, que habla de batallas y héroes. Son visiones dialécticas, dicotómicas y maniqueas en la que siempre hay un vencedor y un vencido.Todo esto lleva a retroalimentar el sistema de ricos y pobres. La alternativa es pensar cómo crear un poder alternativo que tenga como orientación el cuidado», reconoció.
Otro punto clave es el tiempo. «No sería coherente dar respuestas rápidas porque el problema habla justamente de la aceleración de la vida y la neutralización de los tiempos. Se nos ha acostumbrado a resolver de forma rápida aquello que nos inquieta y perturba con pastillas que nos alivian la ansiedad pero que nos mantiene productivos. La salud mental va hacia la medicalización y no hacia el tratamiento de la escucha y la conversación. Nos falta pensar y nos falta hablar de lo que pensamos; darnos cuenta de la imposibilidad de mantener una vida vivible bajo ritmos de presión propios de la autoexplotación. Esta incluso puede ser más perversa que la explotación, porque nos hace sentir culpables por aceptar algunas condiciones cuando no existe un contexto de libertad para decir que no», advirtió.
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No hay que denigrar la terapia con fármacos que puede hace mucho bien, como a mi persona. Se trata de una siquiatria mas científica y con menos subjetividades, dentro de sus límites, por supuesto.