La vida está rodeada de misterios de difícil explicación. Uno de ellos, al menos para un servidor, es lo necesario para hacer una buena guitarra. Se trata de una unión que roza la alquimia entre materiales, medidas y maestría accesible a unos pocos. El lutier Antonio Morales, que ostenta el honor de ser el último guitarrero de Paco de Lucía, a quien llamaba «amigo», es uno de esos privilegiados capaz de alcanzar las esencias de la guitarra, el «instrumento más humanizado que existe», detalla.
Es en su taller, ubicado en el barrio de Pere Garau, donde Morales nos recibe. Un lugar que huele a carpintería y artesanía y por el que han pasado «los más grandes guitarristas». El ganador de un Grammy Antonio Rey es solo el último de una larga lista de artistas de entre los que destaca Paco de Lucía. «A Paco le admiraba como guitarrista, pero sobre todo, como persona. Era alguien cercano que se hacia querer», narra Morales. Sobre la Maestro, su última guitarra, comenta que «no pretendimos nada excepcional, era simplemente lo que él esperaba, y fue algo natural». Fue su prematura marcha lo que le convirtió a él en su último lutier, un «honor que llevo con algo de tristeza».
La relación con el extraordinario músico gaditano fue «al principio extraña», porque hay «cosas que el guitarrista no puede explicar, son sensaciones, como que la flexibilidad en la sexta cuerda al aire en una guitarra mediocre le guste más que en una mejor», pero «con el paso de los años supe perfectamente lo que quería».
Recorrido
Pero para llegar hasta ese punto, el de ser buscado por los mejores, Morales tuvo mucho camino que recorrer. Un sendero que, de hecho, no inició él, sino que lo heredó de su maestro, George Bowden. «Él es la pieza clave de mi vida como guitarrero», cuenta Morales y añade que «yo siempre me interesé por la ebanistería desde pequeño y pensaba que cualquier ebanista podía hacer una guitarra, y es cierto, al menos el mueble, pero el secreto del instrumento va más allá».
Bowden, cuyo atelier es el que ahora Morales regenta, era un «investigador del secreto de la guitarra» y tenía «planos y cálculos» que en su proyecto «me abrieron un universo de proporciones que me mostraron que la ebanistería estaba cerca, pero esto era algo más». Así fue cómo Morales descubrió que «cuando la guitarra suena, es un caos de vibración, pero en el que puede reinar un orden». Por ello, «es fundamental conocer las matemáticas que se esconden detrás», instruye.
Morales, además, trabaja mucho con el «monocordio pitagórico», un tipo de instrumento inventado por Pitágoras para estudios sobre afinaciones e intervalos, que es otra manera de perseguir la perfección numérica que sustenta el sonido «aflamencado» de sus guitarras.
Aun así, «también está la sensibilidad del individuo», que se expresa en varias formas: lo que atrae al músico, lo que busca el lutier, lo que siente el público o lo que escribe el compositor. Todo ello, Morales lo resume así: «Hay mucho cálculo, pero también misterio. Una parte de artesanía y otra de arte», pero todo suma para esa unión que es el concierto, donde «la música no solo se oye, sino que hay frecuencias que no oímos y nos masajean». En definitiva, «hago guitarras para mí y para que otro proyecte con ellas y exprese».
Y envuelto en sus pesquisas y el aroma a madera y serrín, Morales continúa trabajando con el «más humano de los instrumentos», ese que es «casualmente sonoro en la misma gama que la voz humana a la que imita» en una búsqueda incansable por la perfección matemática que reine en el caos de vibración.
1 comentario
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Algo complicadillo resulta tu discurso . . . creo que para comprenderlo voy a tener que tomar apuntes y luego ya veremos si me compro la guitarra.