Pinya explica que la muestra, que es la primera con la que colabora con el espacio de María Baró, tiene algo de «repaso a estos cuatro años en los que no he expuesto en Palma» e incluye algunas obras realizadas al comienzo de ese periodo y otras de estos últimos meses. «Es una radiografía a las que han sido mis inquietudes e inseguridades durante estos cuatro años y mi recorrido reciente, pero siempre con la vista puesta en el futuro».
El título, Baagundi!, tiene que ver con la experiencia de Pinya en la India, país al que acudió de la mano de la Fundación Vicente Ferrer, y donde trabajó con niños en situación desfavorecida los cuales, al ver el trabajo de Pinya, gritaban ‘baguundi', una palabra del télegu que quiere decir «bonito o bello» y llena de «connotaciones positivas». Se aprecia así el impulso del artista por «reivindicar el amor y una visión optimista», aunque siendo conscientes de cuanto nos rodea ya que «todo mi trabajo gira en torno a la angustia y detrás de él se esconde una tragedia», comenta.
A pesar de todo, el empeño del mallorquín es «que la gente pueda venir y ver mi universo para irse con un ambiente positivo», razón por la cual Pinya invita a los espectadores a adentrarse en las entrañas de la Baró, literalmente, para introducirse en el «universo Pinya», donde «los únicos límites son los que yo mismo me pongo». Las diferentes obras, que incluyen pinturas, intervenciones y algunos artefactos sobre los cuales el artista ha dejado su impresión, permiten trazar una cronología y seguir la evolución de Pinya. «Las geometrías de las obras previas, con mosaicos e imágenes muy cargadas, son el paso previo a lo que se ve luego en otras obras en las que recupero el dibujo y la línea». Él mismo describe algunas de estas piezas de la siguiente manera: «Me lo imagino como fragmentos de pinturas rupestres porque cuanto más refino mi discurso más cercano me siento al hombre de las cavernas» el cual, además, aparece referenciado en uno de los lienzos.
Recorrido
Además se encuentran «referencias a la historia del arte, al cine o a mis referentes principales», algunos de los cuales son representados a modo de reflejo en un espejo, como si se mirase en él. Y así, poco a poco, la Baró desarrolla un recorrido por estos cuatro años de creación de Pinya que lleva a las obras más recientes, en las cuales «lo imprevisible» gana fuerza. Lo imprevisible y «lo lúdico, la diversión», con mensajes claros y directos entre los personajes que preguntan al espectador directamente si se lo está pasando bien. «¿Por qué el arte contemporáneo no puede despertar sensaciones como la diversión?», se cuestiona Pinya mientras reivindica «el amor y el pasarlo bien como la verdadera transgresión» a través de obras en las que, de nuevo, «ganan peso los personajes y mis iconos personales», mucho menos cargados y con más aire que permiten respirar no solo a las figuras dibujadas, sino también al espectador. Una creación libre, la de Pinya, con momentos en los que «me salgo del cuadro» y en la que se aprecia «la búsqueda de nuevos formatos y nuevas formas de comunicar», con un kilim bordado con figuras de Pinya que «adelanta» los nuevos caminos en los que se adentra el artista de cara a ese futuro «al que siempre estoy mirando» y que es la mejor salida a la angustia: «Afrontándola».
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