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Hubo una época, no tan alejada como pueda parecer, en la que bañarse en las playas de Badalona era una actividad de riesgo por su contaminación. Donde unos vieron un problema, otros oteaban oportunidades. Ese fue el caso de Isaac Sánchez, a quien muchos todavía conocen como Loulogio, y que firma en Baños Pleamar su sexta novela gráfica, la cuarta publicada con el sello mallorquín Dolmen. El material con el que da forma a las viñetas de esta historia son sus recuerdos de infancia criándose en el local-restaurante que sus padres regentaban y en el que vivían. «No hay lugar que se parezca tanto a un hogar para mí», detalla Sánchez que estará esta tarde a las 19.00 en la Biblioteca Can Sales presentando su nueva obra.

Baños Pleamar es su obra más íntima hasta la fecha y supone, claramente, «subir un par de peldaños» en su trayectoria. Lejos quedan aquellos primeros vídeos en Youtube que le dieron a conocer con su faceta más humorística, Sánchez ha sido y es dibujante, como se puede ver incluso en algunas de las viñetas de su nuevo cómic, con un mini Loulogio creando historias. Él mismo confiesa que «dejar no solo Youtube, sino la tele y los teatros, que eran un negocio goloso y lucrativo, obedecía a una necesidad primaria para mí: encontrar mi lugar en el mundo y eso es hacer cómics, un medio que amo y respeto». Por ello, «ese sacrificio no tendría sentido si no diera el 100 % en cada obra».

Homenaje

En este sentido, Baños Pleamar es, sobre todo, «la historia de mi padre». Y es que su progenitor es el protagonista principal y casi se diría héroe de la acción. «Muchas historias están siempre ahí, en segundo plano durante tu vida y solo las escribes en el momento adecuado», pero ese momento no llegó hasta que «a mi padre le detectaron ELA y supimos que era cuestión de tiempo que esa enfermedad se lo llevase. Esto fue lo que me empujó a querer contar su historia y la de este lugar». Y lo hizo sin pensar y «sin límites». «No fue ninguna decisión, hay cosas que controlas y otras no y yo solo me puse a escribir, bocetar. Fue todo puro sentimiento», comenta. «Hice lo que tenía que hacer y no me puse cortapisas. Y si bien hay algo de ficción y no todo es verdad, el cómic sí que es todo honestidad». Así comenzó un proceso «con crisis y bloqueos creativos» en los que los dos primeros meses «no hice nada excepto pruebas experimentales y de estilo» porque, según indica, «lo más difícil fue conseguir transmitir la emoción porque claro que tus recuerdos te emocionan, pero al resto del mundo no tiene por qué importarles un carajo». Esto le llevó a centrarse en cosas a priori nimias, como «la forma de los ojos de los personajes» y todo tipo de matices hasta «palpar que sentía lo que tenía que sentir».

Un viaje a la memoria. Al principio de la novela gráfica se puede leer que no está basada en hechos reales, sino en recuerdos. Es una declaración de intenciones de que lo que se va a leer es personal e íntimo, pero no por ello menos valioso para el lector como puede serlo para el autor.

No obstante, hubo bloqueos y alguna crisis. Fue entonces cuando leyó La casa, de Paco Roca, que habla del fallecimiento de su padre: «Me di cuenta de que era una historia chiquitita y muy grande al mismo tiempo, y pensé que no hacía falta llegar muy lejos, sino contar lo que me era cercano». Así, echó mano de memoria y de su infancia en aquellos baños de Badalona, donde «normalicé que era lógico no tener vacaciones, trabajar con mis padres en verano y dormir en un almacén sin ventanas», todo ello «no idílico, pero de mayor he llegado a soñar varias veces que dormía allí porque para mí no hay lugar que se parezca tanto al hogar». Baños Pleamar es, pues, su consagración como contador de historias, aunque no dé tampoco la espalda a la comunidad «internetil», pero desde la distancia de hacer «lo que he de hacer: dibujar» y con el orgullo de «no solo decir que soy dibujante, sino uno bueno».