Un momento del concierto de Fito y Fitipaldis, en Palma. | M. À. Cañellas

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Coincidiendo con el ocaso, anoche se materializó uno de los regresos más esperados. La gira Cada vez cadáver nos devolvió ayer al incombustible Fito Cabrales y a los suyos sobre el escenario de Trui Son Fusteret. Su rock agridulce, influenciado por Chuck Berry, Dire Straits, Rory Gallagher y Rosendo, pero tocado por su indiscutible sello personal, sonó de nuevo en Ciutat de la mano de éxitos como Soldadito marinero, Por la boca vive el pez, La casa por el tejado...

Estos y otros temas representativos en la carrera del conjunto vasco se mezclaron con los que componen su último trabajo, publicado el pasado año y que ya está considerada una de las entregas más honestas y sinceras de Fito & Fitipaldis. En su interior se hallan diez cortes que repasan con sinceridad y desparpajo la poesía rugosa de la calle, esa que rima con el amor y el desencanto, con la dicha y la soledad.

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Numeroso público arropó la actuación de la banda en Trui Son Fusteret.

Franqueza

Arrastra a una legión de fans enganchados a la ternura y franqueza de sus letras. Fito Cabrales (Bilbao, 1966) lidera una de las bandas más solventes y a la vez respetadas de la escena estatal. Tras un silencio de siete años, vuelven con Cada vez cadáver, un álbum que aborda el paso del tiempo con un discurso sonoro conservador, experimentan poco y arriesgan menos.

Son buenos en lo suyo, ejecutando un rock híbrido, deudor del blues, el rockabilly, la balada, el jazz y el pop, de ahí que no consideren oportuno disfrazar su discografía con volantazos traumáticos, que no harían sino descolocar a sus fans.