En los lienzos se ve «la misma evolución de mi forma de pensar en mi manera de pintar», algo que refleja la forma en la que «los humanos se relacionan con la naturaleza» hasta que «no hay separación entre lo uno y lo otro», declara. No obstante, también avanza Menéndez Rojas que «todo este proceso de pensar lo que pinto lo veo a posteriori, una vez que he hecho el cuadro porque antes solo me vienen imágenes. Yo teorizo luego», explica el artista afincado en Alaró.
De hecho, para él, un lienzo en blanco «no es amenazante, sino que me parece perfecto, como si no tuviera ni que tocarlo». Pero claro, si el lienzo en blanco es perfecto, ¿para qué pintarlo? «La tela blanca refleja la luz y es lo más puro que hay, pero uno quiere hacer algo y no suicidarse, como Rothko, así que como no me cierro el camino y quiero aportar, trato de llegar a esa perfección con la pintura a través de un alter ego de la perfección del cuadro en blanco, pero sabiendo que es imposible. Visto así, cualquier imagen es un desequilibrio del blanco, por lo que en el fondo siempre es una frustración», reconoce el pintor. Concretamente, en esta exposición sus imperfectas intentonas de llegar a la perfección transitan entre figuras humanas y entornos naturales, incluso con humanoides creaciones enraizadas a la tierra de manera evidente. «Algunos cuadros lo reflejan de forma evidente, incluso demasiado obvia a veces, y otros se mezclan con elementos como la tierra, el agua, el humo, etcétera». Un claro mensaje de su forma de ver el mundo: «No hay separaciones, todo es más sutil y está intrincado, forma parte de un todo mayor y cada vez lo veo más claramente así», explica el pintor.
Comercial
Sobre exponer en un lugar como el Rialto, que no es ninguna galería, Rojas detalla que «me gusta mucho porque es una tienda». Y es consciente de que «a algunos les puede chocar o parecer que transgredo alguna esencia porque no estoy en un lugar más cultural, como una galería, pero no es así porque la actividad artística siempre ha sido también una actividad comercial. Además, la gente del Rialto son muy claros y muy majos y controlan las relaciones comerciales, así que estoy encantado con ellos», señala contundentemente. No deja de ser coherente con su discurso anticompartimentos estancos y líneas divisorias férreas, como él mismo reconoce: «Hoy en día la gente está mucho más abierta a aceptar cualquier idea porque no hay certezas, y para discernir qué tiene validez hay que conocerse bien a uno mismo».
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