La artista Flavita Banana, este viernes en Rata Corner. | Teresa Ayuga

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Flavita Banana (1987), asturiana por accidente y barcelonesa por convicción, presentó este viernes en Rata Corner su nuevo libro, Archivos lunares (¡Caramba!), que sigue la estela de Archivos estelares (2017), Archivos cósmicos (2019) y Archivos espaciales (2020). El mismísimo Andreu Buenafuente firma el prólogo de estos últimos archivos que, como de costumbre, tratan gran variedad de temas, desde la precariedad laboral y el machismo hasta el cambio climático, la salud mental o el placer por la lectura.

En el prólogo, Buenafuente le considera «una pariente aventajada de lo que llamaremos ‘familia de la comedia' o ‘personas que con el escudo de la risa y la ironía nos defendemos de un mundo cada vez más hostil, injusto y ridículo». ¿El humor es eso para usted, un escudo?
—Para mí es un idioma. Puedes hablar alemán, inglés, mallorquín y humor. Es la forma de comunicar más universal que hay, con el que se pueden expresar temas peliagudos e interpela a todo el mundo y todos también pueden aprender.

No todo el mundo tiene sentido del humor...
—Hay gente que no tiene en absoluto. Y me choca bastante. Yo, de hecho, peco de lo contrario. Hago bromas o uso un lenguaje humorístico para todo y para la cola del DNI pues no hace falta. Una se queda sola riendo. Hay entornos en los que no es necesario y se aprende y el roce hace el cariño y a veces se pega el sentido del humor del que tienes al lado. Y no te puedes aguantar.

Pero, además, hay muchos tipos de humor.
—Lo sé con mi trabajo y, ya barriendo para casa, diré que hay ciertas publicaciones que la gente encuentra más o menos graciosas.... Por ahora el que más cuesta es el humor absurdo, porque mucha gente se pregunta ‘por qué has dicho esto' o ‘qué ha pasado para que lo digas'. Y a veces no hay nada, básicamente es una chorrada y ya está. Es lo que ves.

Pero en otras viñetas sí que hay muchas capas...
—Exacto. Hago un poco de todo. Aunque el absurdo es el que más me gusta, aunque como decía es el que es más difícil que conecte con el público. Pero luego está también el político, el feminista y así de todo.

¿Es esta la sociedad más ridícula, hostil e injusta?

—¡No, para nada! Hay una viñeta de alguno de los libros anteriores que precisamente refleja eso: como mujeres estamos en la sociedad mejor que hemos podido estar en la historia. Y cada día mejora. El problema ahora, y lo digo como humana, es que se pretende que todo esté bien y, en realidad, está mal. Pero ha sido peor en muchas ocasiones, pero no se pretendía hacer ver que todo iba a mejor como hace nuestros queridos políticos. Antes eran más conscientes de que estaban mal, pero ahora no queremos verlo.

Cuando se habla de su trabajo se suele hacer referencia a la «mala leche». ¿Está de acuerdo?
—Sí, lo que pasa es que mi mala leche es elegante, no me despeino ni grito ni me pongo como una loca. Cuando estoy enfadada me paro, me siento y suelto una frase de esas que hacen un daño tremendo. Mi mala leche es tranquila, tal vez un poco psicópata visto así. Aunque a veces hay temas como el machismo que, aunque no soy de salir a la calle con pancartas, sí que me duele el estómago. Eso todavía lo tengo que gestionar emocionalmente.

¿Diría que su humor es un tanto triste? Una de las mejores viñetas de este libro es la que ilustra la depresión.
—La verdad es que yo misma me sorprendí cuando la hice. Yo también tuve depresión, pero en ese momento alguien cercano a mí tenía y me di cuenta de que ya no es ‘estoy mal, ayúdame', sino ‘estoy mal, déjame en paz'. El humor puede ser triste, hacerte reír o sonreír, pero lo seguro es que te hace pensar. El Roto es un buen ejemplo de ello.

¿Es esta una época triste?
—Sí y, sobre todo, de puertas para adentro, a diferencia de otra época histórica. Obviamente hubo etapas tristes, como la peste negra, las guerras mundiales, el crack del 29 o aquí la crisis, por ejemplo. Pero ahora el tema es que con esta intención de que todo vaya bien se consigue más o menos estabilidad. Y lo digo desde el hemisferio norte y como parte de una sociedad del bienestar. Por fin podemos mirarnos para dentro y ahora es como triste todo, no estamos bien. Y como no nos tenemos que preocupar por una cartilla de racionamiento es cuando te levantas triste una mañana y dices 'me siento mal y no sé qué me pasa'. La gente mayor o los megafans de la transición te dicen que no sabes lo que es estar mal... Pues fíjate, igual sí lo sé. Cuando tanta gente, y sobre todo jóvenes, se sienten tan tristes... No creo que se lo estén inventando. Es real y es una epidemia.

En la contraportada confiesa que aunque se titule Archivos lunares poco tiene que ver con el contenido.
—Cuando me preguntan a dónde me gustaría viajar siempre digo que al espacio, lejos de aquí. Mi sueño es ir al espacio. Por otra parte, la serie de estos títulos ya nació con la idea de ser cinco y en cada uno me voy acercando un poco más a la Tierra. Para mí también es importante que la propia portada sea un chiste. No sé cuál será el título del próximo, pero también será una recopilación, como todos los archivos.

¿Tiene pensado publicar algún volumen centrado en una temática concreta?
—Es hacia donde me gustaría ir, sobre todo porque me forzaría a trabajar un poco más. Me obligaría a hacer las viñetas expresamente para el libro, algo que hasta ahora no ha sido así. Quizás haría uno sobre la comida, porque tiene muchas capas: la insoportabilidad de los chefs, la tradición culinaria de las abuelas y la conexión que tiene con el estigma de comer en las mujeres, a pesar de que todo el mundo disfruta de ver a la gente disfrutar comiendo cuando le invitas a tu casa, por ejemplo... Por ahora, de cualquier tema podría hacer un libro. Menos de fútbol, porque no tengo ni idea.

Como en todos sus libros, cabe de todo: crítica y denuncia contra la precariedad laboral, la presión de los cánones de belleza, el machismo, el racismo, el cambio climático... Pero son críticas hechas desde las propias contradicciones.

—Efectivamente, no estoy para dar lecciones. La gran mayoría parece que da una gran lección, pero en realidad me la estoy dando a mí, hablo de mí. Por ejemplo, cuando hablo de juzgar a la gente por el físico, yo también lo he hecho. Prácticamente todo habla de mi experiencia. Es importante también recalcar que cuando denuncio el mal comportamiento de los hombres en las relaciones con las mujeres, a las que retrato sumisas -aunque claro está que la culpa es de ellos-, yo también he estado allí. No estoy diciendo lo panoli que eres, porque yo lo he sido -espero que ya no-. Y mira, así tal vez te veas reflejada y te des cuenta de que no estás sola.

¿Todo es susceptible de que lo convierta en una viñeta?

—Sí, supongo que sí. Se parecería a cuando alguien hace un buen chiste en la mesa y lo escuchas atentamente y, cuando hay el golpe final, te coge desprevenido, te ríes y tú mismo dices: '¡Qué bueno! Y te deja descolocado. Cuando hay situaciones del día a día que te generan esto o cuando te cuentan una historia muy curiosa es cuando tienes que conseguir concentrarlo todo en una sola escena y que se pille la gracia. Por ejemplo, hay una viñeta en un libro anterior que muestra un maestro en clase preguntando 'si pudierais viajar en el tiempo, ¿dónde iríais? y algunos contestan Edad Media o Antiguo Egipto y una niña contesta 'al futuro, para ser alguien'. Esta viñeta habla precisamente de lo que comentaba, de la situación de la mujer en diferentes épocas. Es algo muy largo de explicar y ahí está el gran trabajo.

Quizás uno de sus grandes temas sea el de la lectura. ¿Lo ve así?

—Sí, hay mucho amor por la lectura. Yo crecí en un entorno lleno de libros. Mis padres y mi familia leían muchísimo. Fue uno de los primeros temas que me ayudó a que las cosas me fueran bien, a arrancar. Empecé retratando a mujeres lectoras, algo de lo que nadie se había ocupado. Y de hecho las mujeres son las que más leen. La única cosa mala a la larga es que a veces se me ha tachado de esnob, como si diera lecciones de que hay que leer más. Intentas hacer algo bien y ¡pumba! siempre hay quien tiene algo malo que decir. Pero ya se sabe...

¿Ha recibido muchas críticas?

—Meh... sí. La mala leche, antes, era más evidente. Me ponía más nerviosa y respondía o publicaba de una manera más exaltada. Con el tiempo he aprendido que uno sabe cuándo puede atacar a alguien, cuando refleja inseguridad o nerviosismo en un tema. La gente mala aprovechaba cuando me veía nerviosa con algo y entonces me criticaban. Ya me los imaginaba retorciéndose de risa en su butaca diciendo 'mira cómo se enfada por mi comentario'. Ahora tengo más temple. O no me critican tanto o lo hacen pero no me entero.

La última viñeta es muy apropiada: la novia de Spiderman le dice: «Pues si no te gusta, por ahí está la ventana».

—Sí, ¡es buenísimo! Le pedí al editor que por favor fuera la última del libro. Viene a decir que si quieres pensar poco y celebrar que coges todos los chistes, pues vete. Me doy cuenta de que hay un boom de gente que empieza a dibujar y que, por querer gustar a todo el mundo, lo hace de forma sencilla, para que todo el mundo se vea identificado. Yo creo que hay que hacer trabajar un poco esos cerebrillos.