Una imagen del estudio fotográfico de Josep Truyol i Otero es lo que da la bienvenida al lector de Bab, el fotolibro editado por el Colectivo Samakineta. Es una declaración de intenciones clara: una invitación al fondo personal, e íntimo, del fotógrafo y cineasta mallorquín que en 1887 abrió su propio negocio en la Isla y que en 1903 fundó el primer cine de Mallorca. El vasto archivo consta de un gran número de paisajes, principalmente de Palma, aunque no exclusivamente, pero no es su mirada de la Isla el hilo conductor del libro, sino Bab, su hija. El libro se presenta mañana, a las 19.30 horas, en la Escola d'Art i Superior de Disseny de Palma.
Queda claro el protagonismo de Bàrbara Truyol, sexta de siete hermanos y a quien todos llamaban Bab, no solo por el título mismo del libro, sino por la segunda de las fotografías del ejemplar donde ella, siendo todavía un bebé, aparece como el centro de una imagen más artística y experimental.
La idea es «entrar en el archivo a través de ella, a medida que se va haciendo una mujer y cómo se intercala la figura de Bab con la visión del padre y contextualizando con los paisajes de la Isla», detallan Francesc Bonnín, responsable del Arxiu del So i de la Imatge de Mallorca, y Gus Ferradas, propietario de Mais Vinilo. Ambos, en representación del Colectivo Samakineta, son quienes señalan la importancia que tiene la figura de Bab. «Era una mujer avanzada para los cánones de su época», señalan. «Hablaba varios idiomas, hacía entrevistas de música y cultura clásica, era viajera, excursionista, estaba implicada en los ambientes culturales de la época, etcétera».
No es de extrañar, pues, que la suya sea una figura que merece la pena revisitar en estas fechas, y que sea justamente la protagonista a nivel narrativo del trabajo de Josep Truyol, su padre, y su progreso. «Él era un gran fotógrafo de estudio, donde tomaba instantáneas convencionales y de corte clásico, pero con sus hijos y en el ambiente familiar se permitía hacer cosas más atrevidas a nivel formal». Ahí entra Bab.
No sabemos por qué exactamente, pero de ella hay más fotos que de nadie y algunas son espectaculares», destacan. Las hay de ella con una mirada infantil arrebatadora, posando en momentos de juego, disfrazada, recreando escenas, en estampas familiares, retratos, etcétera. Y todo ello, mientras va creciendo, como el reflejo del paso del tiempo que la afectaba no solo a ella, sino a la mirada fotográfica de su padre, a las técnicas empleadas y a la propia ciudad y la Isla.
Así pues, de una Bab infantil y divertida se pasa a una espectacular toma de la Bahía de Palma, y de una de ella más mayor a un casi irreconocible Port de Sóller. «Es un álbum familiar», incluso por las cubiertas del libro de fondo floral, pero sirve «enfoque desde la contemporaneidad para recuperar fotografías que siguen siendo válidas» y en las que Bab aparece como símbolo de los cambios de una época.
Ella misma, de hecho, acabó siendo quien acabó al frente del estudio del padre tras la muerte de este, y esto también queda reflejado en el propio fotolibro que acaba con una última instantánea en el mismo lugar que al comienzo del ejemplar daba la bienvenida a los lectores para ahora, varias décadas después comprimidas en unas cuantas páginas, despedir a los ojos curiosos con ella posando en el que fuera el estudio fotográfico de su padre.
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