Acompañada de Josep R. Cerdà, director del Principal, Aguiló explicó que es «difícil de resumir» el trabajo y el concepto de su nueva creación, aunque sí dio algunos puntos como que la primera intención de la obra es poner el peso en la intérprete, Clémence Gross, balinarina de la Ópera de París que es «ejemplo del sacrificio y de lo mejor que hay en danza».
El trabajo con la propia Gross, quien llegó como sustitución de Marion Barbeau, primera bailarina de la Ópera de París al salirle a esta última una oportunidad de trabajar en el cine, «fue muy importante» ya que «al conocerla vi que había dentra de ella su simpleza de danza clásico y algo poético, que es algo que no se ve mucho y que pensé que había que enseñar esto al público».
La pieza gira musicalmente en torno al Lago de los cisnes de a través de las aportaciones de Okkre y Aire, pero la propuesta va más allá del simple espectáculo de danza, sino que «es una mirada interna a lo que supone física y psicológicamente lo que supone para Gross ser bailarina», en la que incluso el teatro «como espacio propio», a través de sus artilugios y el telón mismo, una barrera entre el escenario y el público.
El hecho de que Swan beba tanto del texto de Tchaikovsky, por razones obvias: «La idea de alargarse, transformarse en un animal» como el cisne, esa ansia de la bailarina por «jugar entre realidad y fantasía», algo que Aguiló quiso explorar en un momento «en el que finalizaba mi carrera como intérprete y me enamoré de nuevo de la clásica, y quise reflejarlo con esta pieza», destaca.
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