Ricardo Cavolo presentará en Marratxí 'Poeta en Nueva York', poemario ilustrado de Federico García Lorca. | Adrián García

TW
0

Confiesa el conocido artista Ricardo Cavolo (Salamanca, 1982) que nunca se hubiera atrevido a ilustrar la poesía de Federico García Lorca, pero su editor, «lorquista» y que conocía su admiración por el autor granadino, le convenció. De ahí surgió Romancero gitano (Lunwerg, 2020). Mañana a mediodía, Cavolo presentará en Marratxí otro poemario ilustrado recientemente publicado por ese mismo sello, Poeta en Nueva York. Lo hará dentro del festival Tinta Il·lustre.

«Una persona visual como yo siempre traduce poesía a imagen y siempre he tenido sobre mi mesa ese poemario. Lo que describe me pone la cabeza en un sitio que me ayuda para crear o para desentramar la realidad. Leo algo suyo y no es que me dé la clave, pero sí que me estimula. Es como si tomara drogas, pero sin tomarlas», compara el autor.

Cavolo recuerda muy bien cómo llegó a Lorca. Fue de forma «inconsciente» a través del flamenco, concretamente por el disco Omega, de Enrique Morente. «Cantaba poemas de Poeta en Nueva York, pero yo no sabía nada, era adolescente. Cuando me di cuenta de que las letras no eran suyas, sino que venían de un poeta, me interesé por él. Luego, en el colegio, lo repasamos y lo redescubrí», cuenta.

El libro, reconoce Cavolo, es muy oscuro y solamente hay un poco de luz cuando llega a La Habana, porque había salido de «la ciudad donde durante nueve meses lo había pasado tan mal». Por eso, es una obra «difícil, de bajona, de momento jodido para él. Empieza a pensar en la muerte y siempre digo que, aunque a priori pueda parecer una experiencia fascinante por lo que supone ir a esta gran ciudad, para él no lo fue porque su óptica, sus gafas, eran muy oscuras. Todo estaba mal para él, olía a pis y a vómito, había mucho racismo. Que, por otro lado, es una mirada particular y realista, no hay invención, pero sí que atendía a todo lo negativo». De la mano de la oscuridad está el surrealismo, un elemento que, para Cavolo, complicaba aún más su trabajo.

Ahora, en la cabeza de Cavolo hay hasta tres libros. Aunque no puede avanzar mucho sobre ellos, sí que anuncia que serán muy distintos. «Necesito cambiar de tercio cada poquito porque tiendo a aburrirme rápido», justifica. «Me apetece hacer libros míos, como Jamfry [Lunwerg, 2019], pero también coger el texto de otro y bailar alrededor de eso. De momento no puedo decir mucho, pero el siguiente viene de un texto muy conocido, un clasicazo, que llevaré a mi mundo», concluye.