Aunque sea peligroso, uno ya no se escandaliza cuando camina por la calle y encuentra rostros pegados al móvil. Antes de que esta práctica fuera tan extendida, la periodista y escritora Laura Fernández (Terrassa, 1981) ya había sucumbido a ese vicio, pero con los libros. «Siempre llevo un libro conmigo, aunque sepa que probablemente no tendré tiempo para leer. Para mí los libros también son compañía, un lugar donde te puedes escapar del mundo real. Leo locamente», reconoce la aclamada autora de títulos como Connerland (2017) y La señora Potter no es exactamente Santa Claus (2021). Este sábado a mediodía, a las 12.00 horas, Fernández compartirá en la comicteca de la Biblioteca Can Sales de Palma todas las lecturas que inspiran sus novelas.
«En el caso de La señora Potter, están todas allí. Normalmente siempre meto libros en mis novelas; no solamente los que he leído antes, sino también durante. Siempre entra un guiño, una situación concreta o incluso una forma de escribir. En La señora Potter, por ejemplo, hay un matrimonio de escritores que se odia que tiene mucho de la literatura inglesa de mediados del siglo XX. Pienso en Stella Gibbons, una cómica que me gusta mucho. Luego también hay referencias más sutiles, como una mezcla de lecturas», detalla.
Así las cosas, Fernández podría confeccionar una gran obra basada únicamente en todas esas lecturas que la inspiraron de alguna forma. «Soy cazadora de libros humorísticos, siempre estoy buscando cosas nuevas de las que enamorarme y cuanto más distintas sean mejor», asegura.
Lista
En esta infinita lista figuran, además de Gibbons –de la que Fernández destaca La hija de Robert Poste–, Duluth, de Gore Vidal; La guía del autoestopista galáctico, de Douglas Adams; Pregúntale al polvo, de John Fante; Los vivos y los muertos, de Joy Williams e incluso Tom Sharpe y Stephen King. «Luego hay una parte de escritores como Richard Ford, autor de la serie sobre Frank Bascombe que he descubierto en los últimos seis o siete años y que me fascina, especialmente su manera de narrar y de entrar en la cabeza de los personajes. Viaja a través de los recuerdos como si fuera una máquina del tiempo.
La serie sobre Frank, conformada por El periodista deportivo, El Día de la independencia (1995, Premio Pulitzer y Pen/Faulkner) y Acción de gracias (2006), y el libro de relatos Francamente, Frank (2015), todos publicados en Anagrama, transcurre en un solo día o dos y, sin embargo, pueden contar treinta o cuarenta años. Eso me dispara mucho la parte dolorosa de La señora Potter», recuerda.
John Fante es otro escritor que «me cambió la vida». «Después de leer Pregúntale al polvo te das cuenta de que la vida puede ser una comedia o una tragedia, pero eso lo puedes decidir tú», relata.
Joy Williams, por su parte, es otra voz fundamental en la literatura de Fernández, especialmente por su obra Los vivos y los muertos. «Creo que voy hacia esa extrañeza con la que retrata el mundo, de forma casi fantasmagórica», compara.
Ahora, Fernández está inmersa en la recopilación de unos cuentos que ha escrito en los últimos quince años. «Todos están publicados en revistas underground y, como hacía Stephen King, antes de empezar cada uno incluyo una nota biográfica de por qué ese cuento», avanza. Asimismo, señala que también quiere ser «un manifiesto a favor de la necesidad de que tener espacios para editar relatos. En Estados Unidos tienen a escritores de quince años que envían sus textos y, así, pueden saber si pueden llegar a ser buenos escritores. En España esto no existe y, por tanto, no hay pruebas, no hay posibilidad de crear una cantera».
Por otra parte, el próximo 8 de junio Wendolin Kramer y La chica zombi volverán a las librerías «en flamante primera edición de bolsillo, con portadas de María Jesús Contreras, y un epílogo o en realidad un monólogo de un personaje que nunca existirá para una de ellas».
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Perdoni, però llegir també és viure... I molt!