El artista marroquí Mounir Fatmi, afincado en Mallorca. | Cecilia Garroni Parisi

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El artista de origen marroquí Mounir Fatmi (Tánger, 1970) invita a romper ataduras y convencionalismos ocultos en su exposición Breaking the Cycle, que acoge la Galería Baró esta tarde para el Art Palma Summer, de 18.00 a 21.00 horas. Fatmi, que recientemente se ha mudado a Mallorca, ha vivido en varios lugares del mundo y ha expuesto en importantes citas del arte internacional como las Bienales de Venecia 52ª y 57ª, con exposiciones individuales en lugares como el Museo Migros de Zurich o el MAMCO de Ginebra, además de propuestas en el Museo de Brooklyn de Nueva York, el Centro Pompidou de París, entre otros.

Se ha mudado a la Isla, ¿por qué ha tomado esa decisión y cómo le ha influido en su arte?
—Me he mudado por muchas razones. La primera de ellas, porque siempre he querido vivir en una isla. Soy naturalmente solitario y me viene a la perfección. He vivido en muchas ciudades antes, como Casablanca, París, Ámsterdam o Roma, pero Mallorca ofrece un entorno pacífico y tranquilo que me permite concentrarme en mi práctica artística. Además, la Isla tiene una historia cultural y artística muy rica que me inspira y nutre mi trabajo. He vivido seis años aquí y su influencia empieza a notarse en mi obra a través de paisajes y elementos naturales y motivos arquitectónicos como en la escultura tríptica Racine, que ahora mismo se puede ver en el Louvre Abu Dhabi Museum.

La exposición pretende generar un pensamiento profundo en las contradicciones del día a día, ¿tiene una lectura y objetivos muy obvios que generar en el público?
—Siempre he construido mis exhibiciones como libros que pueden ser abiertas por cualquier página y empezar a leer la historia. Sin embargo, Breaking the Cycle está construida como un espacio panorámico, una experiencia inmersiva que afecta a todos los sentidos del espectador. Solo se necesita que el público se ponga en el centro de la sala y rote 360 grados para ver todas las obras y espero que esto les impulse a reflejarlo en su propio rol en la sociedad.
Siempre he tenido el deseo de que el público piense en los temas sociales y políticos, pero desafortunadamente no creo que una exhibición tenga ese poder. No obstante, pueden servir como detonante. Mi objetivo es despertar a la audiencia, hacerles preguntarse sobre las normas establecidas e iniciar pensamiento crítico.

Tres de sus intereses principales son la arquitectura, el lenguaje y las máquinas, ¿cómo se relacionan?
—Desde el principio de mi investigación artística me he interesado en estos temas que funcionan para mí como un prisma para entender la sociedad contemporánea y su evolución. En mi trabajo, exploro cómo estos tres elementos entretejen nuestras vidas y cómo afectan a nuestra percepción del mundo. La arquitectura permanece como un símbolo de poder y control social, basta con ver los proyectos grandiosos que algunos países del Golfo están llevando a cabo. El lenguaje es la herramienta más poderosa de nuestra civilización, permite comunicar ideas complejas, sin embargo está siendo amenazado por la Inteligencia Artificial, que pone en riesgo sintetizarlo y mejorarlo. Por último, la idea de la máquina, para mí es el símbolo del progreso tecnológico y el poder económico.

Los tres tienen en común que son herramientas para ser utilizadas, pero ¿le parece que a veces olvidamos este hecho y acabamos siendo más utilizados por ellas?
—Cierto, nos ocurre ese olvido. Algunas veces estamos más dominados por estos elementos que utilizándolos activamente. Mi trabajo apunta a recordarnos esta dinámica y animar la reflexión de nuestro rol como individuos en relación a estas herramientas. Es importante estar al corriente de nuestro poder y responsabilidad en utilizar estos elementos para dar forma a nuestra sociedad.
Sé que puede sonar utópico, pero sigo creyendo que el arte puede ser utilizado como un experimento social para generar conciencia sobre estos temas y empujar a la gente a tener una actitud crítica sobre estas herramientas, especialmente nuevas tecnologías y su potencial para cambiar nuestra vida.

También habla de religión, consumismo y cómo de ciegos están algunos ante ellos, teniendo una fe irracional en algunas de estas realidades, ¿cree que el arte realmente tiene el poder de hacer que la gente cambie su forma de ver el mundo?
—Creo que puede marcar la diferencia y abrir los ojos de la gente en algunos temas. Para mí, el arte debería ser utilizado para inspirar el cambio social y cuestionar las normas establecidas. Como un artista, busco provocar, cuestionar y retar creencias aceptadas a pies juntillas y ofrecer nuevas perspectivas. Creo firmemente que el arte tiene este poder, de otra manera pararía de crear. Sí, el arte puede hacer estas cosas, pero es importante saber que esto no ocurre instantáneamente, sino que planta la semilla del interrogante y la transformación.

Cuestiona el papel del artista en nuestra sociedad, ¿qué rol cree que debe asumir?
—Siempre lo he cuestionado y especialmente en épocas de crisis, que es cuando más se pone en duda la relevancia del artista y su trabajo. Creo que el rol del artista hoy debe ser multifacético. Primero, ser un observador crítico, haciendo preguntas y poniendo en tela de juicio las normas establecidas y las estructuras de poder. También tiene la responsabilidad de crear un arte que provoque reflexión y diálogo, y por lo tanto genere cambio social y cultural. Por último, puede ser un catalizador del cambio a través de involucrar al público y colaborando con otros agentes sociales para crear espacios de acción y reflexión.

¿Cómo cree que le ha afectado artísticamente el haber crecido en un entorno musulmán y empobrecido?
—Profundamente. Siempre he dicho que el mercado de segunda mano de Casabarata, donde nací, fue mi primer escuela artística. Esta experiencia me ha expuesto a realidades de desigualdad social, marginalidad y prejuicios sistémicos. Como artista siento el deber de dar voz a aquellos que son rechazados o ignorados por la sociedad.

En el siglo XX es bastante obvio que la cultural popular tiene una fuerte influencia en lo que la gente piensa. Teniendo en cuenta esta, ¿cree que el arte periférico y sus creaciones realmente pueden hacer algo contra los medios de comunicación de masas y todo lo mainstream? En otras palabras, ¿por qué continuar con el arte?
—En nuestra sociedad, la cultura popular y los medios de comunicación masivos tienen una influencia predominante en las opiniones de los individuos y sus percepciones. Dan forma a las normas colectivas, los valores y aspiraciones. Sin embargo, creo fuertemente en que el arte y las creaciones periféricas tienen un rol esencial que jugar incluso en este contexto. El arte nos permite huir de lo mainstream, cuestionar el statu quo y ofrecer una alternativa. Proporciona un espacio de libertad donde las ideas pueden ser independientemente exploradas, libres de las limitaciones impuestas y da voz a los marginados, cuenta historias alternativas y representa realidades habitualmente silenciadas.