El profesor y experto en literatura portuguesa, Perfecto Cuadrado, posa en Palma para esta entrevista. | Pere Bota

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Los ojos de Perfecto Cuadrado no paran de moverse durante la entrevista. Observa todo cuanto le rodea. Los turistas; el ruidoso y frenético movimiento de las obras; las personas ataviadas de banderas arcoíris que marchan hacia la manifestación del Día del Orgullo; etcétera. Todo le llama la atención al profesor emérito, experto en literatura portuguesa, y autoridad en el surrealismo luso que hoy, a partir de las 19.00 horas, ofrece la conferencia Mário Cesariny y el surealismo en Portugal en Ca n'Oleo, acto organizado entre la Universitat de les Illes Balears y el Cercle d'Economia de Mallorca. Y si todo le atrae es, precisamente, por su actitud ante la vida, herencia de todos aquellos pensadores, artistas, poetas y demás mentes creadoras con las que convive en la imaginación: «Tratando de apropiarnos del mundo con la mirada de un niño».

Y es que Cuadrado es un firme defensor de la mirada surrealista de la vida, de la realidad, del mundo y hasta el yo: «Ver la vida como un viaje, una manera de transitar con los ojos del niño, el ebrio, el loco, el enamorado, es decir, llena de curiosidad, descubriendo cosas constantemente y poniéndoles nombre para hacerlas reales». Entre los grandes maestros sobre este modus operandi, Cuadrado cuenta con algunos de los pesos pesados de la literatura portuguesa del siglo XX e internacional, aquellos que le han acompañado, ya sea académica o personalmente, durante años: Pessoa, O'Neill o el propio Cesariny, el «gran poeta plástico del surrealismo portugués».

De este último, a quien conoció y trató personalmente, es de quien departirá principalmente hoy y de su relación con el movimiento surrealista. De hecho, Cuadrado dirige la cátedra que lleva el nombre del poeta y pintor portugués, y habla de él como alguien capaz de «provocar admiración, asombro, expectación» y lo recuerda «a medianoche, recitando poesía, o cantando con su hermana canciones de cabaret de los años 30». Un artista con todas las letras, «su obra y todo él juntos eran el paradigma de la performance permanente. Cuando aparecía se hacía el silencio y lograba con su presencia transformar en niños a todos los espectadores que tenía delante», rememora el profesor.

No obstante, la relación de Cuadrado con los surrealistas portugueses empezó de la manera más azarosa imaginable. Un cúmulo de circunstancias encaminadas a un hecho capaz de fusionar casualidad y causalidad, haciéndolas prácticamente indistinguibles para gozo de deterministas y aflicción de existencialistas.

Todo ocurrió, como quien dice, por casualidad: «Estudiaba en Salamanca y teníamos que hacer un curso de literatura portuguesa. No había ni despacho para el profesor ni libros ni nada. Ese año llegó un profesor de portugués que era João Palma-Ferreira, un personaje interesantísimo que al ver que no había libros escribió en la pizarra dos poemas, uno de O'Niell y el otro de Cesariny». Con el tiempo, pasados unos meses, el conserje de la facultad le llamó y le hizo saber a Cuadrado que en el desván había muchos libros sin abrir que habían sido enviados desde Portugal con los años, «eran más de 4.000, y mi primer trabajo en relación con el portugués fue ayudar a catalogarlos». «Mi entrada en ese mundo», confiesa, «no pudo ser mejor».

Contacto

Aunque sí pudo haber sido antes, ya que esta es su incursión académica, pero otra circunstancia le dio su primer contacto con la poesía lusa: la cosmética femenina. Él mismo detalla que en un viaje en autostop hacia Valladolid, una familia lusa le llevó y una chispa debió saltar entre el joven Cuadrado y la hija adolescente del matrimonio que, al despedirse, decidieron cartearse, y Cuadrado pidió a la joven que le enviara algún libro «de esa poesía portuguesa que había oído que estaba muy bien». A cambio, la chica solo le pidió «un desmaquillador de una marca muy concreta que compré a la droguería».

El mensaje final, que encaja con la conferencia, es el mismo: «Estamos habituados a decir que el azar interviene en nuestra vida, pero los surrealistas sugieren que puede ser provocado. Objetivar el azar, lo llaman». ¿Cómo lograrlo? «Si te mueves por la vida con la capacidad de que todo te sorprenda haces que el azar se manifieste, por eso cuando me preguntan por qué Mallorca o por qué la literatura portuguesa mi respuesta es porque aconteció. Sucedió porque tenía que pasar, pero sin la apertura de uno a este azar, es como vivir con presente desasosiego, cuando puede ser de otra manera».

Algo que también se debe poner en práctica a través del lenguaje, sobre todo en tiempos de «envilecimiento» del mismo, que «empobrece la realidad y a nosotros mismos». Solo desde una mirada abierta, como la del niño que decíamos al principio, puede uno seguir asombrándose, disfrutando, y para ello es necesario «querer descubrir cosas y ponerles nombre porque así es como las hacemos reales». Infantilizarnos para sobrevivir al mundo que nos hemos dado, tan serio y estanco que es cenizo y precipitado para poder «seguir sembrando por el mundo fragmentos, paradojas y rostros enigmáticos. Símbolos todos de una manera de ser, ver, mirar y comunicar».