Más allá de un cierto dominio del instrumento, una imagen molona y procurar no morir de sobredosis, hay que atesorar un par de éxitos para triunfar en la música. Por suerte, Antònia Font huye del grueso del cliché. Por cierto, ¿alguna vez repararon en su nombre? Curioso cuanto menos. Tu nombre, tu marca, no es un tema baladí. Es la piedra sobre la que se cimienta el éxito -que se lo pregunten a ‘Tarzán y su puta madre buscan piso en Alcobendas'...-. Elegir el nombre apropiado no es fácil, salvo que te apellides Bon Jovi. Antònia Font, con su registro a medio camino entre la autobiografía, la ensoñación y los cristales rotos, se inspiró en una amiga de la universidad para abanderar un proyecto que, desde 1997, se desliza por la senda del éxito. Me reúno con Antònia Font, la auténtica. Me recibe en un aula del instituto donde ejerce como docente. Saco el cuestionario y reparo en el mobiliario circundante, me catapulta… Lo ignora, pero durante 10 segundos está en presencia de un espectro, un holograma. Mi ser más profundo ha huido a otro tiempo y otro lugar -como cantaba Antonio Vega-: al aula de mi adolescencia en Sant Cugat del Vallès. Me repongo. Bajo de la nube. Estoy de vuelta. Comencemos…
¿Cómo nace su vínculo con la banda?
— Conocía a Jaume Manresa, somos del mismo pueblo. Comenzamos a estudiar Filología Catalana en la universidad y seleccionamos una asignatura optativa que se llamaba Filosofía del Lenguaje. En esa clase estaban Joan Miquel Oliver y Pere Debon.
¿Recuerda su reacción cuando le confesaron que habían bautizado con su nombre el grupo?
— Sí, fue en el bar de la universidad. En aquel momento, con veintipocos años, mi reacción no fue de sorpresa, en esa época todo te está bien, todo es un juego. Fue muy natural.
¿Qué sintió la primera vez que escuchó su nombre en la radio como preámbulo de una canción?
— Tuve que adaptarme a escuchar mi nombre en otro contexto. En casa, los amigos... todo el mundo me llamaba Antònia Font, y cuando comenzaron a coger fama me daba cosa que me llamaran con el nombre completo, sonaba pretencioso. Pasé a ser Antònia a secas para pasar más desapercibida, pero cuando los escuchaba por la radio me sentía orgullosa de ellos.
¿Tiene alguna imagen representativa que la conecte con aquellos años?
— Sí, en la mesa del bar de la universidad. Aquellas tertulias...
¿Cuál es su canción favorita de Antònia Font?
— No puedo quedarme solo con una.
¿Qué tipo de música escucha?
— Depende del momento, del día y la situación. Para salir me gusta el punk, pero si estoy en casa, procuro escuchar punk más tranquilo, tipo Ramones. También me gusta el rollo clásico: Patti Smith, Dylan, Bowie, Lou Reed... Con lo que no puedo es con el reguetón.
Hay bandas cuyos integrantes son amigos y otras que son una agrupación pragmática de afinidad. ¿A qué perfil se ajusta Antònia Font?
— Al primero, son amigos.
¿Le hacen ‘coñas' sus alumnos con el tema ‘Antònia Font'?
— No. Unos lo saben y otros no, tan solo hay algún comentario de vez en cuando.
Es consciente que está educando a una generación que, por primera vez en la historia, cree que tendrá peor vida que sus padres… ¿Nota ese desencanto en las aulas?
— Lo noto más en los maestros que en los alumnos; son adolescentes y tampoco son muy conscientes.
¿Qué cambios haría en la escuela secundaria para hacerla más eficiente y atractiva?
— Habría que hacer una reflexión y un debate, sería un estudio que podría durar años para obtener unas conclusiones serias. Tengo la sensación de que adaptamos modelos que están caducos, que se implantaron 20 años antes, y lo que necesitamos es una proyección a 20 años vista.
¿Qué importancia tiene el error para un docente? Si uno no puede equivocarse de joven, nunca llegará a ser una persona completa…
— Exacto. Si no te equivocas, no puedes mejorar y por tanto es importante equivocarse.
¿Es condescendiente con los errores de sus alumnos?
— Depende del tipo de error (risas). Hay casos en los que les hago ver que es positivo que se hayan equivocado.
¿Qué permeabilidad tiene a las críticas de sus alumnos?
— Cuando me hacen una crítica, la analizo y si considero que tienen razón cambio mi forma de actuar.
¿Dónde pega más un tema de Antònia Font, en un show de Albert Boadella o en un mitin de Jorge Campos?
— ¡En ninguno! Esto no pasará (risas), cantan en catalán...
29 comentarios
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Mallorca es de los alemanes, no os equivoqueis
FartdecurtorÉs un jubilat que es passa tot el dia davant la pantalla. Com el professor que sóc és molt senzill identificar els seus escrits malgrat que utilitza una infinitat de noms diferents. És una mena de milhomes què treu prestigi al fòrum públic i gratuït. Té una especial aversió a Antònia Font i Rosalía. Va quedar encallat escoltant el viva España del Manolo Escobar.
SandíafrescaLa major part de la gent ha votat canvi de model econòmic i manera de gestionar els assumptes, però no contra la llengua de la terra. Si el pp va contra la llengua catalana tendrà problemes. Ho saben.
2030 FYEl mallorquín es más antiguo que el catalán. Porque cuando nosotros teníamos gramática ellos hablaban en llemosino y occitano.
Skunk#1Pues ya sabes, puedes irte a Gerona cuando quieras. Te sentirás muy catalán allí. Que de mallorquín no pareces tanto.
Em vaig quedar en les ganes de convidarla a fer un gelat per Sa Rapita...
Mismo perro con diferente collar .
Skunk#1Totalment d'acord amb tu. Jo vaig neixer a els 60, vaig haver de fer sa mili, faig feina des de es 22 anys, ningú m'ha regalat res. Sa primera vegada que vaig sortir de Mallorca, va ser per un tema mèdic amb 16 anys, per visitar a un metge de Barcelona, i es billets varen costà un ronyó. I desprès per viatje de noces. Sa roba era de marca Pierre Garau, res de Adidas, Nike, Levis, etc. Avui hi ha moltíssimes coses que estàn millor que a els 80, però es veritat que també n'hi ha d'altres que han empijorat. Lo que mes me molesta per sa meva manera de veure sa vida, es que hi ha massa gent. I n'Antonia Font (grup) m'agrada molt. Tenen lletres que tenc ben clar com es varen crear.
2030 FYPrimero, entre todas las variedades de catalán que existen, probablemente el de Girona sea el que más se parece al mallorquín así que has escogido el peor ejemplo de todos (artículo salado, pronunciación de la è, etc.). Segundo, y lo más importante, si ese argumento fuese lo que determina que el catalán es distinto al mallorquín, en España se hablarían 50 idiomas y no 4 porque te aseguro que si te vas a un pueblo de Extremadura entenderás un 10% de lo que dicen por mucho que ambos estéis hablando castellano (y lo mismo sirve para un pueblo de Asturias o uno de Murcia). No hablemos ya de el español que se habla en muchos países de Sudamérica que, aunque nadie duda de que sean el mismo idioma, no se parece en nada al nuestro.
LectoraEl catalán se parece al mallorquín como un huevo a una castaña. Si va un mallorquín de Sa Pobla a Gerona no lo entienden ni con el Google.