La musa, productora y viuda de Michelangelo Antonioni, Enrica Fico. | Pilar Pellicer

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¿Qué vería hoy Michelangelo Antonioni en Enrica Fico, la que ha sido su musa durante casi 40 años, si la mirase por primera vez? Quizá vería la esencia de la mujer mediterránea que es, nacida en Lavagna, pequeña población bañada por sus aguas. O vería la mirada de alguien que tiene las cosas tan claras como clara es su melena, antes dorada como el sol de una tarde italiana. Es imposible saberlo. Lo que sí podemos saber es lo que Fico, que ha pasado más de la mitad de su vida en la sombra de una figura gigantesca, recuerda. Y lo que rememora es a un hombre «duro, rico artísticamente y fascinado por mi visión y mi mundo».

La viuda del legendario realizador italiano está en la Isla con motivo del Atlàntida FilmFest, donde ayer se pudo ver El reportero, cinta que estrenó en 1975 con JackNicholson como protagonista. Este título sirve a modo de tributo para el creador y antes de su visionado en el Cine Rívoli se pudo escuchar las palabras de la propia Fico, que rememoró a este diario la primera vez que vio a Antonioni, a quien siempre llama por su nombre de pila: «Yo era muy joven, 40 años menos que Michelangelo, y buscaba trabajo en Roma y un amigo nos presentó».

Esa primera impresión llevó a una conversación sobre una película que Antonioni tenía en mente, aunque no llegó a realizar: «Se iba a llamar El color de los sentimientos, lo que me llevó a preguntarle si había realmente un color para las emociones, como los celos, y él me contestó: puede que el amarillo».

Esa primera charla fue «impresionante» y si le conoció «en enero, en mayo ya estábamos trabajando juntos y nunca me marché». Para ella, «fue el destino y no pude dejarlo, incluso aunque lo pensé muchas veces porque era un hombre duro y para nada fácil». No obstante, su dificultad quedaba eclipsada por «su riqueza» y porque «la vida con él tenía muchísimos matices, fue una auténtica aventura», confiesa.

Entre otras cosas, Antonioni le enseñó que «el cine podía ser algo violento, en cierta manera, y muy duro por tener que dirigir a tanta gente, pero también que el arte no es solo estar en una habitación tranquila, sino que es la capacidad de poder estar solo en un desierto o entre la multitud, de poder ensimismarse en tu creatividad».

A cambio de las lecciones y la vida en común, ella le entregó «todo, todo lo que tenía, mi juventud y mi yo entero», cualidades que fueron importantes para Antonioni y de las que «extrajo muchas ideas para su trabajo», como «la fuerte espiritualidad de sus películas, mi honestidad. Él estaba fascinado por mi mundo, porque yo tenía también mi espacio, mi familia, mis amigos, aunque él eventualmente siempre acababa entrando en él». Prueba de ello es Kumbha Mela, el corto que el italiano rodó sobre este ritual de la India que nace enteramente del interés de Fico.

Con ella, pues, estuvo en mil partes, desde Estados Unidos a China, pasando, claro, por Mallorca: «Nos quedamos con unos amigos en el Port d’Andratx y Michelangelo no quería irse. Ahora entiendo por qué: lugares como Mallorca o Cerdeña y sus paisajes le encantaban. Aquí vio el Zabriskie Point».

En 1985 Antonioni sufrió un ictus y fue un punto crítico en su vida y Fico confiesa que «a partir de entonces necesitaba ayuda para todo», pero «lo curioso fue que al no poder hablar, se rompió la distancia que había entre él y el resto de la gente, porque necesitaba comunicar lo más simple de la manera más sutil, por lo que ya no estaba a un metro de altura, como el cineasta aristócrata que hacía películas para un grupo selecto, sino que esa distancia desapareció».

Finalmente, Fico, que compartía con Antonioni la pasión por la pintura, incide en lo que sobresale en la galería de sus recuerdos sobre Michelangelo: «Sus ojos. Era capaz de ver de una manera diferente al resto.Siempre colocaba a la gente en historias, en películas que creaba en su cabeza, porque hizo más de las que escribió, y a lo mejor ese personaje que ideaba sobre ti no eras tú, sino tu verdadero yo, porque él era capaz de ver eso». Por lo que viera lo que viera hoy en ella, sin duda, sería a la auténtica Fico, la que vio a su lado durante décadas.