El Festival Poesia de la Mediterrània llega a su 25 edición, siendo, como ha destacado este lunes por la mañana en rueda de prensa Maria Magdalena Brotons, vicerrectora de Projecció Cultural i Universitat Oberta de la UIB, probablemente el festival más longevo de las Islas.
El Festival celebrará este lunes en Can Balaguer una jornada sobre poesía y traducción (18.00 horas) y otra titulada Per què és necessària la poesia en temps de crisi? (19.00). Este martes 24, a las 20.00 horas, se organizará la Festa de la Poesia en el Teatre Principal de Palma con la participación de los diez autores protagonistas de esta edición: Yolanda Castaño (Galicia), Antonio Colinas (Español, de León), Filipa Leal (Portugal), Miren Agur (País Vasco), Mireille Gansel (Francia), Jèssica Ferrer (Ibiza), Llucia Pallisser (Menorca), Joan Todó (Catalunya), Joan Tomàs Martínez Grimalt y Ruth Miguel Franco (ambos de Mallorca).
El director de esta iniciativa, Biel Mesquida, ha coincidido en que se trata de un hito, pues ha lamentado que «la cultura, en las Islas, hace de cenicienta y es una sociedad poco cohesionada, independientemente del color político que gobierne» y que está «muy ligada al hedonismo barato de consumismo y de poco amor a la cultura como se ha demostrado en esta época que va desde la muerte de Franco».
Por ello, Mesquida ha insistido en la necesidad de continuar celebrando el Festival de Poesia, que lleva por lema Poesía és vida y está dedicado a «socializar la poesía, hacer que llegue a todos los lugares posibles, desde las guarderías e institutos hasta museos, hospitales y a las calles». «Tenemos que hacer de la poesía un alimento de cada día y, para ello, hemos hecho una selección discriminatoria. Sí, es un festival discriminatorio porque ama a todas las lenguas, pero ayuda sobre todo a las que son más hermanas del catalán, a todas esas lenguas minoritarias y minorizadas, como son el euskera, el gallego, el bable, el aranés, el neerlandés o el danés», ha agregado.
Asimismo, Mesquida ha puntualizado que el festival también incluye las «grandes lenguas imperiales, como son el español, el inglés, el ruso o el chino», poniendo como eje neurálgico el Mar Mediterráneo. «Amamos a los desheredados de la tierra. La poesía no quiere a los ricos y millonarios y necrocapitalistas, sino a los pobres, a los desgraciados que no tienen donde caerse muertos. Porque la poesía es un aliento de vida para las personas que sufren, por eso luchamos para todas las orientaciones sexuales, denunciamos la violencia machista y hacemos una discriminación positiva», ha incidido el autor e impulsor de la cita, que este año cuenta con la participación de siete poetas mujeres y tres poetas hombres.
Miren Agur, que en 2021 se convirtió en la primera autora en ganar el Premio Nacional de Poesía con una obra en euskera, (Nola gorde errautsa kolkoan, Cómo guardar ceniza en el pecho), ha celebrado poder participar en el Festival por segunda vez, después de siete años. «Vuelvo con las mismas esperanzas. Al final, construimos puentes que no sabemos dónde llegarán, creamos un espacio interasociativo en el que se multiplican los significados. Yo escribo en euskera porque es mi lengua materna, porque es un acto de amor a mi familia, a mi pueblo, y también es un compromiso para que una de las lenguas más antiguas de Europa perviva».
La autora gallega Yolanda Castaño, Premio Nacional de Poesía 2023 por Materia, también ha recordado que ya estuvo presente en el Festival en 2023 y, en base al lema de Poesia és vida, ha hecho referencia a la corporalidad de las palabras, unos cuerpos que pueden ser asexuados o que viven en un espacio o territorio concreto, como puede ser una periferia. «La poesía es también una periferia del sistema literario y a veces se expresa en un género no marcado o en lenguas minoritarias». En este sentido, ha declarado su intención de «hacer de este un mundo más hospitalario para todo tipo de cuerpos».
Por su parte, la ibicenca Jèssica Ferrer ha remarcado que escribe en el «catalán de Eivissa» y vive la poesía como «un espacio de resistencia contra todo, contra el progreso y estas técnicas útiles que conducen a la barbarie que vemos cada día, esas artes inútiles e innecesarias, como las llaman, que son más importantes que nunca».
La menorquina Llucia Palliser ha reivindicado «la universalidad de la palabra poética» como un «espacio íntimo que hacemos que exude a través de la oralidad, la escritura y la publicación y que se convierta en un lenguaje universal».
Ruth Miguel, originaria de León pero afincada en la Isla desde hace 13 años, ha explicado que, además de poeta, se dedica a la enseñanza y a la investigación de lenguas. Una faceta que le permite afirmar que «cuanto más conoces, más amas y pierdes el temor a las lenguas que, al final, son como juegos, no hay rigidez. La rigidez las hacemos nosotras».
La portuguesa Filipa Leal ha insistido en que «la poesía es el campo de la libertad, un negocio no lucrativo» y, a raíz de una exposición que visitó hace unos años en Barcelona, ha comparado al poeta con el hacker.
Finalmente, la francesa Mireille Gansel ha mostrado su ilusión por estar en el festival y ha agradecido las traducciones de Dolors Udina y Antoni Clapés de sus libros La llàntia de l'espera y Traduir com transhumar, ambos editados por Lleonard Muntaner.
En cuanto a las autoridades políticas, la consellera de Cultura, Antònia Roca, ha restalado el panorama «amplio y ecléctico de la poesía actual» y la importancia de este festival que representa la variedad lingüística de muchos espacios y lugares diferentes. «Es la celebración de la poesía como lenguaje de comunicación y creación».
La directora general de Patrimoni i Interpretació de Palma, Pilar Ribal, ha aludido al lema Poesia és vida y ha declarado que «la poesía son muchas cosas, son sentimientos, es la intimidad de tener un libro en la mano, es la actividad más allá de la narración normal».
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