Joan Oliver 'Maneu', en una imagen captada durante la entrevista. | Jaume Morey

TW
0

Joan Oliver ‘Maneu’ (Palma, 1935) es nieto del pintor paisajista Joan Fuster, tiene el título de profesor mercantil, estudió Económicas e Historia y montó un negocio boyante de juguetería. También fue secretario de la Obra Cultural Balear y convenció a Joan Miró para que hiciera una serie de litografías para sacar de la ruina a la entidad. Hace 40 años optó por dedicarse de lleno al mercado del arte. Fue uno de los fundadores del Taller 6a, marchante de Juli Ramis, comisario y propietario de la galería Maneu. Este lunes, el Fomento de Turismo le premia con su medalla de oro.

El Fomento de Turismo premia su trayectoria en el mundo del arte, pero ¿cree que las instituciones han promocionado el arte en el mundo del turismo?
-Aquí nunca se han proyectado arte y turismo al unísono, nunca se han realizado acciones serias en esta dirección. A mí me da rabia, porque existe una riqueza patrimonial muy importante que ni se ve. Y eso que el Govern tiene la Lonja, y el Ajuntament de Palma el Casal Balaguer, el Solleric, es Baluard, la Fundació Pilar i Joan Miró,…

¿Qué sucede?
-Es muy difícil encontrar buenos gestores, y eso que hay una hiperinflación de personal que realiza fichas, valora proyectos, ofertas,… pero nunca se ha planificado una acción seria para atraer a ese turismo de un cierto nivel que se interesa por el arte plástico.

¿Y usted qué haría?
-Dar al turista una visión unitaria de todos los centros expositivos, crear un pase con el que pueda acceder a todos los espacios públicos, hacer publicidad permanente en las calles y en el transporte; realizar un inventario general y sacar a la luz obras de primera magnitud que están almacenadas. Sólo el Museo de Mallorca tiene un millón de piezas. ¿No podrían verse en centros de la Part Forana? Falta interés.

Maneu
Don Juan Carlos y doña Sofía fueron grandes promotores del turismo de calidad. Contaron con Joan Oliver 'Maneu', en su condición de director del Museo Municipal de Valldemossa, para dar a conocer el arte y los artistas de la Isla a los emperadores del Japón (1994).

Entonces, se puede recuperar el tiempo perdido.
-Claro. Se trata de hacer cosas. Siempre he pensado qué ha sucedido en Málaga, una ciudad de segunda categoría que se ha catapultado como referente cultural.

El mural de Miquel Barceló debía ser un gran reclamo, pero apenas tiene visibilidad turística. ¿Por qué?
-Yo creo que al cabildo catedralicio no le interesa darla y lo puedo entender. Aquí existe un problema de raíz por la falta absoluta de religiosidad del artista. Tenga en cuenta que más importante que la calidad estética es el escenario donde se integra la obra. Eso lo tuvieron en cuenta Gaudí o Chagalle, por poner dos ejemplos de actuaciones en centros religiosos. Y al final, cada año visita la Seu el mismo número de personas que lo harían si no estuviera el mural.

Joan Oliver 'Maneu', junto a Bill y Hillary Clinton, en 1997.

Tampoco despunta la Fundació Pilar i Joan Miró.
-A mi juicio, aquí hay dos errores. Uno es el edificio, que presenta problemas de estructura y me comentan que es poco funcional. El otro es la falta de recursos. Para generarlos, el centro necesita prestar su obra a otros museos. Resulta entonces que, en ocasiones, apenas puede exponer alguna pieza de orden menor de Miró. Sé que hay visitantes que quedan decepcionados.

¿Tienen los mallorquines poco interés por el arte plástico?
-Existe un bombardeo de fotos y anuncios que restan valor a la imagen desde que aparecieron los smartphones y las redes sociales. Lo que es antiguo no interesa a los jóvenes. Tal vez sólo conozcan a los grandes artistas mundiales que salen en Google. Pero en Mallorca siguen existiendo coleccionistas e interés tanto por los artistas del siglo XIX como por lo que han venido después.

Y los grandes empresarios, ¿ayudan?
-Los hay que tienen sensibilidad por el arte, por supuesto. Pero también sé de algunos que no han comprado una obra en su vida, ni siquiera a parientes próximos que eran propietarios de galerías. Pero lo que es necesario es aprobar una ley de mecenazgo eficaz, que compense la compra de obras. Vale la pena hacerla.