Xènia Dyakonova es poeta , crítica literaria y traductora. | R.C.

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No cabe duda de que la literatura rusa es una de las más importantes del mundo. También lo es en el ámbito infantil, aunque lamentablemente en España se ha hecho poco eco de ella. La poeta y traductora Xènia Dyakonova (San Petersburgo, 1985), afincada en Barcelona, ha decidido ponerle remedio creando el sello Vacamú. El primer título es El circ Printimpram, de Daniïl Kharms, fundador del grupo de vanguardia Oberiú (1928). Dyakonova lo ha traducido junto a José Mateo Puig y el volumen es una edición bilingüe ilustrada por Lluís Gay. Con este volumen recala en Palma con una doble cita: este viernes, a las 18.00 horas, lo presentará en Embat y el sábado, a las 11.30, en Drac Màgic, ofrecerá una «lectura familiar».

Sobre Kharms, Dyakonova recuerda que «es un autor que leía de pequeña en Rusia, donde pasé mi primera infancia, y me hacía reír mucho. Para mí, era lo más divertido del mundo. Con él descubrí la imaginación y la gracia poéticas, así que este es un pequeño homenaje».

El planteamiento de Vacamú –cuyo título pretende imitar la manera de hablar de los niños–, afirma Dyakonova, es «publicar obras de buena calidad literaria y artística, que no sean libros de usar y tirar, algo muy común actualmente en el sector infantil. Queremos que sean libros de fondos, que estén en las familias durante muchos años y vayan pasando de generación en generación».

«La intención es traducir los grandes clásicos de la literatura del Este, pues es una tradición muy poderosa que no conocemos demasiado. Aquí prácticamente no nos ha llegado nada. Solamente Miquel Desclot, que publicó hace tiempo la antología Poesies amb suc», aclara.

Así las cosas, con El circ Printimpram y Vacamú «queremos contribuir a dar a conocer las tradiciones del Este que nada tienen que ver con la catalana o española». Entre las diferencias, señala, está el hecho de que los autores de allí son «más serios y consideran a los niños como adultos, sin tratarlos como un público de segunda o demasiado ingenuo. Las exigencias son las mismas».

Asimismo, destaca que «los autores tienen un gran virtuosismo lingüístico, juegan mucho con las palabras sin buscar las rimas fáciles, sino algo más sofisticado». A su vez, también sobresalen por su sentido del humor. «Aquí, lamentablemente, hay un prejuicio contra el lector infantil, como si por fuerza fuera ingenuo y se lo tuvieras que dar todo muy masticado. Allí, en cambio, los consideran como personas inteligentes y curiosas, capaces de gestionar lo que les den. A veces el humor es absurdista, disparatado o surrealista, pero conecta muy bien con la imaginación infantil, siempre tan libre», matiza.

Por ello, también han querido incluir los poemas originales en ruso. «Parece lógico, pero muchos no son conscientes de que se trata de una traducción de otra lengua, con otro alfabeto. Y, una vez más, los niños curiosos lo agradecen, pues se quedan alucinados al ver que hay muchas letras que no coinciden y otras sí», razona.