Normalmente la gente huye de los miedos, no importa la edad; pequeños y mayores temen enfrentarse a ellos porque, precisamente, en eso consisten los miedos. Sin embargo, Bruna, la protagonista de Monstres de ca nostra (Nova Editorial Moll), no solamente intenta ahuyentarlos, sino que se lanza a una gran aventura para encontrarlos.
Así, la pequeña descubre lugares recónditos de las Islas poblados por criaturas fantásticas, como el gigante de Es Vedrà, el duende Fameliar de Formentera, las Bruixes Eriçones de Menorca, la Mallorca de Maria Enganxa; pero también Quarantamaula, una criatura que se esconde en el pantano Tibi, en Valencia. Se trata, como detalla Clara Barceló, autora del texto, de «acercarse al miedo que, al fin y al cabo, es un estado pasajero y natural».
Asimismo, Monstres de ca nostra también humaniza a esas criaturas a menudo llamadas injustamente ‘monstruos'. «A veces esos monstruos simplemente son seres desconocidos e incomprendidos, con diferentes características a las que estamos acostumbrados y, por eso, les tememos o despreciamos». En consecuencia, ellos también tienen sus propios temores o inquietudes.
Por ejemplo, el gigante de Es Vedrà tiene miedo de los barcos y de los aviones que dejan basura en el mar, a Maria Enganxa le asustan los gritos de los niños que pronuncian su nombre y las Bruixes Eriçones son una madre, una hija y una nieta que aterrorizan a un pueblo sencillamente por tener una actitud diferente y les aterroriza quedarse solas.
Hilo conductor
De esta manera, el miedo es el hilo conductor de la historia. «Cuando pensamos en monstruos lo primero que nos viene a la cabeza es el miedo, pero conviene indagar un poco más y preguntarse dónde está ese miedo y de dónde sale. Es necesario hablar de ello como algo natural y pasajero, pues el miedo viene y va y los temores se pueden transformar a medida que vas creciendo», recalca.
En cuanto a las ilustraciones, que son obra de Robert Campillo, el lector comprobará que, efectivamente, esos seres supuestamente terroríficos son «criaturas con cuerpos diferentes, tal vez extraños para nosotros, pero es que muchos de ellos han sido creados precisamente para dar miedo a los más pequeños, como es el caso de Maria Enganxa, con la que se quería evitar que los niños se asomaran a los pozos».
En este sentido, Campillo asumió el reto de dibujar seres «atractivos para los niños» y que, a la vez, «dieran también un poco de miedo». De hecho, la idea de este cuento fue suya. «Empecé a hacer algunos ejercicios en internet, como Inktober [se celebra en octubre y consiste en compartir un dibujo en redes sociales]. Fui cogiendo brujas de todo el mundo, luego lo amplié a los monstruos y al final me di cuenta de que había muchos que procedían de los territorios de habla catalana. Pensé que podía hacerse una especie de enciclopedia infantil o bestiario. Ahí fue cuando hablé con Sofia Moisés, de Nova Editorial Moll, y me pusieron en contacto con Clara, pues tenía muy claro que otra persona tenía que encargarse del texto. Congeniamos rápidamente», recuerda Campillo.
Ambos ofrecieron un cuentacuentos en la librería palmesana Ínsula Literària –que, como sello, también ha publicado recientemente de Campillo Els dimonis del Portet y La bubota golafre–, pero tienen pendientes de confirmar algunas presentaciones en Mallorca y también en Menorca, isla natal de Clara Barceló.
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