Estas obras, la mayoría autorretratos incoloros, «dramatizan un espacio sobrecargado de memoria en el que la soledad insistida de algunas de las piezas y el exceso de luz, modifican el campo visual alterando nuestra percepción e intensificando, paradójicamente, nuestra exclusión. Esta ausencia de un escenario empírico propone un lugar dominado por la nebulosa del sueño que nos hace más resistentes a la realidad», según explica Roig.
Hay figuras y fragmentos de figuras, alguna camina por el techo, una está atravesada por cortes luminosos entre los labios y otra «ha olvidado su nombre». «Todas están apresadas por un estallido de luz que provoca la fuga de las certezas y obliga a enfrentarnos a una oscuridad incolora que, en este caso, es el mejor refugio para construir una ficción», señala el creador palmesano.
El uso del espacio y la luz, «extirpa todo rasgo sentimental o afectivo». Por eso aparece «un hombre semidesnudo y patético, una suerte de Golem monástico, meditativo y victimizado cargado de resonancias y alusiones a una masculinidad desahuciada, con el pantalón desabrochado como metáfora de su inmensa presencia que ya no cabe ni en su propio sudario».
Vídeo
Para esta exposición, el CORPO ha postproducido la película Naufragio del rostro, de 2015, una nueva y exclusiva versión multicanal que ocupa la gran pared lateral de la entrada del museo. Es una obra compuesta por autorretratos del propio rostro de Bernardí Roig, tomados entre el 24 de junio del 2013, y el 24 de junio del 2014. Este vídeo propone una relectura al tema de la desautorización del sujeto planteada por Walter Benjamin.
Una pérdida que para Roig está vinculada a lo irrepresentable de una presencia, «a una especie de memoria indigesta esculpida en la carnalidad de un rostro apresado en el preciso instante de su apariencia», finaliza el también escultor isleño.
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