El escritor y criminólogo Xavier Álvarez Llaberia. | M. À. Cañellas

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Palma se viste de negro estos últimos días del mes con motivo del Febrer Negre, el festival de novela negra que trajo ayer a Embat Llibres a quien quizá es uno de los mejores exponentes del género porque no solo escribe sobre ello, sino que también lo ha vivido. Se trata de Xavier Álvarez Llaberia, criminólogo especializado en inteligencia y conducta criminal y que tiene una carrera de 20 años en los Mossos d’Esquadra. Además de lo académico y administrativo, Álvarez cultiva la ficción. Es en este último ámbito en el que ha publicado El confident (Rosa dels Vents), una novela donde realidad e imaginación se entrelazan.

El libro, que se ambienta en una guerra entre narcotraficantes que tuvo como escenario la Barcelona durante los años 2016 y 2017, tiene un pie bien asentado en los hechos reales para coger impulso y adentrarse en la fabulación literario. Como detalla el autor, «cualquier escritor escribe de lo que conoce, vive o de lo que le cuentan». En cualquier caso, el criminólogo señala que le interesa hablar de cosas «atípicas», sí, pero «que existen».

Es así que la venganza, los sicarios, la trata de personas o las agresiones sexuales y los maltratos, cosas que ha vivido o conoce de cerca, son la tinta de su pluma, aunque siempre «respetando el secreto profesional y sin pasar la confidencialidad». De hecho, se muestra irónico: «Cuando me llamen de asuntos internos es que me he pasado y tendré un problema».

Más allá de las fronteras entre lo que quiere desvelar y lo que no, sus libros tienen como punto en común aproximar algo que «preferimos creer que forma parte de la fantasía»: el crimen que nos rodea. Ante ello, Álvarez indica que «el delito es como un virus que encuentra su ecosistema ideal y hay partes del mundo donde echan raíces». Ante ello, el autor quiere «que el lector vea que estas cosas pasan, que un sicario atentó contra dos hombres que salían de un restaurante a las 9 de la noche» y lo hace desde el conocimiento de causa de quien «ha estado ahí porque ha trabajado ahí».

Por ello, el autor intercala recortes reales de prensa entre los capítulos de la novela para contrarrestar el hecho de que sicarios atentando a plena luz del día prefiramos no creerlo, por contra a otro tipo de violencia que «normalizamos y nadie pone en duda» como la del maltrato machista, por ejemplo.

El libro, por otro lado, convierte al sentimiento mismo de la venganza en un personaje más porque «somos capaces de mucho por vengarnos», tal y como destaca el escritor. De hecho, «la tasa de homicidios en Catalunya y España tiene como un alto grado el elemento motivador de la venganza» hasta el punto de que incluso los confidentes de la policía, en muchísimas ocasiones, delatan a otros solo por «quieren vengarse» de otro criminal.

Sobre esto último, Álvarez, que confiesa tener «la suerte» de poder consultar a gente especializada y compañeros que tratan con fuentes de información, por lo que sabe no solo que la palabra ‘confidente’ es peyorativa, sino que hay ocasiones en las que «llega uno de altos vuelos, conduciendo un Mercedes, a quien no le puedes ofrecer nada para que te diga algo, pero te lo cuenta porque busca vengarse».

Sobre el criminal en sí, la persona, el perfil, Álvarez, que experto en conducta delictiva y estudia los patrones y la psicología de estos individuos, una disciplina cuyos orígenes es relatada en la serie Mindhunter, de David Fincher, señala contundente:«Nos imaginamos al criminal como un Gollum, pero es gente perfectamente integrada». Lo que ocurre es que las variables de sus contextos son determinantes. «Me gustaría ver cómo reaccionarían algunos si vivieran determinadas realidades porque cuando el hambre aprieta puedes hacer barbaridades y hay gente que se ha criado en entornos en los que ir a trabajar significaba ir a delinquir directamente».

Por ello, porque para ciertos grupos de personas el cometer delitos es normal y la línea entre lo que uno haría y lo que no es más delgada, «es fundamental comprender a los agresores», ya que como destaca Álvarez «ellos son el sujeto activo del delito y al pasivo, la víctima, hay que protegerlo y blindarlo, pero alguien debe mirar al delincuente para estudiarlo y establecer patrones» ya que «alguien no se levanta una mañana, toma un café y se debate entre comprar el periódico o violar a una chica, hay una serie de antecedentes y constructos que le llevan a hacer algo así».

Esto último, que es más en esencia su trabajo, es lo que le ha llevado a determinar que «cuando rascas» en un caso de un delincuente ves «que ni era tan normal como parecía ni era su primera vez», en casos como los agresores sexuales, área en la que está especializado Álvarez. «El tío que sale a las 5 de la mañana de caza no lo hace por primera vez ni será la última», concluye.

Ante todo ello, Álvarez se muestra algo crítico con las penas duras, y hace la salvedad de que España tiene ya en sí un sistema penal «muy duro, otra cosa es que sea rápido». No obstante, cita estudios realizados en estados de Estados Unidos con pena de muerte donde los delitos no disminuyen porque exista la pena capital. Frente a ello, «hay que ir a la raíz, pero es más difícil porque hay variables como la educación, la sanidad mental, la familia, etcétera». De ahí que ponga el foco principalmente en la infancia.

Es ahí donde radica, quizá, el germen que hace que alguien pase a delinquir: «Hay que ver el momento en el que una persona se debate entre el compromiso de seguir las normas sociales o delinquir». Y, por último, Álvarez defiende la reinserción, aunque sabe que es difícil porque trata de «cambiar hábitos». En cualquier caso, ante quien dice que un agresor sexual no es reinsertable, Álvarez cree que sí y que quizá el problema está «en el sistema que no funciona».