López, que en el mundo de la música es conocido como ‘Dorinico', presentará la novela en Ínsula Literaria y además también dará a conocer el corto Nudos, rodado por Ricard Peitx y que adapta partes de este mismo libro, en el CineCiutat este 14 de marzo. Allí también habrá charlas, música y debate sobre un tema candente como es el del suicidio, una problemática que entre los jóvenes está aumentando de manera preocupante y que en nuestro día a día en el que la salud mental parece más quebradiza que nunca, es algo a tener en cuenta.
Experiencia
Es por ello que López, que ha trabajado como voluntario en la Cruz Roja en Intervención en situaciones de suicidios, emergencias y catástrofes y cuenta con amplia experiencia en el mundo de la psicología considera «urgente» llevarla a las escuelas, al entorno popular, a la calle. «Cuanto más aprendizaje más preparación para poder conocer, ver, interpretar las señales» que una persona puede estar emitiendo en momentos complicados y oscuros de la vida.
Porque quiere dejar claro una cosa López, y es que «no podemos dar una definición del suicida» ya que «cada uno es un mundo completo y diferente» y lo que pasa en su mente «es un misterio absoluto», pero ante esta neblina de incomprensión hay una herramienta, un sentimiento que ayuda a confrontarla: «La empatía».
Para el autor es obvio que «tenemos que aprender a ser empáticos» y es en esta dirección que rema la novela «que quiere dar salidas» a los caminos sin salida que se ocasionan en la mente. Lo explica López: «La sinapsis son las conexiones neuronales que generan estos caminos mentales», o dicho de una manera metafórica, las autopistas de la mente. A veces estas mismas vías colapsan y llevan a «callejones sin salida» que tiene como reflejo «el silencio, la soledad» que convierten a la mente de uno «en lugar de refugio, en un arma letal», ya que son un paralelismo del «bucle» en el que es capaz de entrar una persona que solo siente «ansiedad, abandono, estrés, soledad o silencio».
Problema
Y es que no hay que olvidar que para quien es capaz de cometer el suicidio, en muchos casos y sin pretender generalizar, no se trata de decisiones razonadas, sino que en muchas ocasiones «ni siquiera piensan en la muerte, lo que ocurre es que quieren huir de un problema».
Ante estas paredes que no permiten ver la luz, la gran lucha, el «gran objetivo», es «hacer ver a la persona que un día más es posible», que hay una salida factible o, incluso, a crear un nuevo carril en esa autopista mental que no conduzca a los mismos destinos trampa que, en realidad, son encerronas. «El libro pretende crear atajos, dar salidas» a estas autopistas que son «todo lo que nos pasa cada milésima de segundo por la cabeza».
Con una salvedad, no obstante, y es que el libro relata estos casos en situaciones de emergencia, en casos, algunos de ellos reales y vividos por el propio López, pero ficcionados, en los que «cualquier paso en falso puede ser definitivo». Son instantes en los que se intenta realizar en «minutos» lo que podría ser «una terapia que podría durar meses o años», que es la labor del rescatista.
Desde la ficción y la tranquilidad de la lectura, lo que propone e intenta el autor es, pues, dar pautas y transmitir conocimientos que ocurren en la urgencia de los casos críticos que, con fortuna, no experimentará el lector, pero que sí pueden educar, enseñar o, al menos, orientar a quien se adentre en sus páginas a saber ver «señales que pueden ser evidentes» para un ojo entrenado.
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En España hay 4.000 suicidios cada año. De ellos, la mayoría son hombres (un 75%). En Baleares cada año se suicidan 100 personas. La mayoría entre 35 y 50 años de edad.