Imagen de la exposición de la obra de Richard Serra en la desaparecida Galería Altair de Palma. | T. AYUGA

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El artista Richard Serra ha fallecido a los 85 años en su casa de Long Island. Tras de sí deja una monumental obra por tamaños, sí, pero también por trayectoria en la que el considerado uno de los más grandes escultores de la actualidad creó enormes instalaciones, entre ellas las más famosas piezas del Guggenheim de Bilbao, por ejemplo, que le valieron títulos como el de 'poeta del acero' o el de 'reinventor del espacio'.

Sus obras se caracterizaban por sus sinuosas formas, como llamadas a ser acariciadas por fuertes vientos y moldeadas por ellos. Casi puede uno oírlas silbar colocadas frente al Mestral, lo que no es de extrañar ya que el nombre del propio artista genera esa suerte de conexión neuronal que parece chocar, como dos contrarios que se repelen y, sin embargo, van juntos: Richard Serra. Un nombre típicamente anglosajón junto a un apellido típicamente mallorquín.

RICHARD SERRA
Richard Serra, el artista americano con raíces mallorquinas.

Y es que esto se debe a que el escultor era, efectivamente, mallorquín de ascendencia. Hijo de Tony Serra, un isleño (aunque algunas fuentes dice que nació en Perú) que junto a toda su familia emigró a los Estados Unidos y se trasladó, en concreto, a la zona de la Bahía, donde se ubica San Francisco, donde nació Richard. Su madre era Gladys, una rusa de la zona de Odessa, la actual Ucrania. Su padre trabajaba como capataz en una fábrica de dulces y en una fundición, aunque Serra lo recordaba más de su etapa durante la guerra, cuando se ocupó en instalar tuberías en una nave creada tras el ataque del Pearl Harbor.

La relación entre el trabajo de su padre y lo que acabaría haciendo el hijo salta a la vista. Trabajos manuales, envueltos en metales y hierros, destinados a la creación de enormes estructuras que, a pesar de su peso, son ligeras y volátiles. El propio Serra lo recordaría años después, cuando contó que con 5 años su padre lo llevó a los astilleros donde pudo ver cómo un enorme petrolero era botado al mar, sorprendiéndole que algo tan gigantesco «flotara».

Con los años, Serra acabaría interesándose por el arte, pero estudiaría literatura en California antes de trasladarse a la Costa Este para estudiar Arte en Yale. Allí trabajó en una planta de procesamiento de metal pesado, donde de alguna manera empezaría todo lo que vendría después: décadas dedicadas a un arte en el que lo que le interesaba, tal y como él mismo lo detallaba, «es la creación de la forma, para lo cual tienes que entender de dónde viene y cómo es creada».

Guggenheim
Imagen de la obra 'La materia del tiempo', instalación del Guggenheim de Bilbao.

A pesar de sus muchísimos reconocimientos internacionales y nacionales, como el Premio Príncipe de Asturias, entregado en 2010, o su instalación en el Guggenheim de Bilbao La materia del tiempo, una enorme conjunto de siete esculturas monumentales, o incluso la sonada desaparición de 38 toneladas de su obra del Reina Sofía de Madrid, sus aproximaciones a la Isla son más bien escasas. Se sabe que en los años 80 viajó en al menos dos ocasiones a Mallorca para verse con Bartolomé March Servera, aunque no resultó en una colaboración específica. Y, décadas después, el Govern Balear lo tuvo en mente para el proyecto Land Art del Parc de Mondragó junto a nombres como Rebecca Horn, Richard Long, David Nash, Mario Merz o Perejaume, Antoni Abat, Julián Valle, Ferran Aguiló y Miquel Barceló. El japonés Tadashi Kawamata era el encargado de la planificación. El proyecto, finalmente, no salió adelante.

PALMA. ARTE. ESCULTURA DE RICHARD SERRA QUE SE EXPONDRAN EN EL MUSEU ES BALUARD
La pieza de Serra que se expuso en la muestra inaugural de Es Baluard.

Por otro lado, una pieza suya también formó parte de la exposición inaugural de 2004 de Es Baluard Museu d'Art Contemporani, una obra sin título datada de 1985 en la que se puede comprobar, como en el resto de toda su creación, su búsqueda de la forma a través del metal, su incesante persecución del diálogo con el espacio a través del objeto físico que lo ocupa y que daba por resultado sigilosas y contundentes piezas, delicadas en su forma y robustas en su volumen. Un estar en el lugar intentando captar el espacio en su propia ocupación, formar parte de él sin violentarlo.

Sí hubo una exposición suya con grabados en la desaparecida Galería Altair en el año 2007, pero esa es toda la vinculación con la Isla que tiene Richard Serra, el poeta del espacio que durante toda su vida construyó las más grandes instalaciones que pudo crear y que ahora, a los 85 años, ha fallecido dejando tras de sí el rastro de su paso por la vida en forma de arte, en forma de instalaciones monumentales que acompañan al entorno en el que están, respetándolo y, al mismo tiempo, modificándolo con su sola presencia. Igual que hace un artista.