La doble exposición, titulada Sashimi consciente en la cabaña de cristal (my algorithm without me), supone por tanto un reto importante. «Volver siempre lo es. Siento más presión aquí que no en Seúl o en la otra punta del mundo. Cuando estás en casa todo es más pequeño e intenso, pero me hace mucha ilusión. Además, La Bibi es una galería joven con un espíritu diferente al que tienen espacios más clásicos. Tenemos una buena sinergia. Sin duda, este será uno de mis mejores proyectos. Siento que he llegado a un momento de mucha madurez profesional», reconoce sobre este proyecto, que se inaugurará este sábado a partir de las 18.00 horas y que podrá verse hasta el 3 de agosto.
Salud mental
«Sashimi consciente en la cabaña de cristal surge de un texto más poético y narrativo, naíf; mientras que My algorithm without me habla de una app ficticia pseudodistópica que, en un futuro no muy lejano, o incluso en el presente, será la que se transformará en el ser humano». En este sentido, el mallorquín explica que «hace unos años que me interesa investigar sobre estas cuestiones y el impacto que tienen en la salud mental».
«Mi generación puede que sea la última que hace de puente entre el mundo analógico y el digital. Pero no solo quiero hablar de los efectos nocivos, sino también de los positivos. Es algo que me preocupa y siempre abordo desde un punto de vista introspectivo. Soy una persona altamente sensible y he sufrido mucha ansiedad digital, por eso me gusta hacer de espejo sobre estas problemáticas», admite. «El miedo y la ansiedad, que es miedo al miedo, es una constante en mi trabajo porque el arte para mí ha sido como una terapia», agrega.
Sashimi consciente en la cabaña de cristal, que tiene su origen en el texto de una canción «de tintes surrealistas y muy conectada con el disco Pink Moon de Nick Drake» que el artista escribió cuando era adolescente, consiste en un tipi forrado de espejos que reflejan una suerte de mural, como si el paisaje estuviera deconstruido». Esta cabaña está conectada con My algorithm without me, donde se encuentran seis pinturas de gran formato que conforman seis carteles que anuncian la mencionada aplicación, de unas dimensiones similares a la escultura que instaló en la Gran Vía de Madrid hace unos meses. «Son seis retratos de figuras, porque no me interesan los géneros sino que quiero que sean una especie de avatar para representar nuestra pérdida de identidad. Y todas, a excepción de una, dan la espalda al espectador. De esta manera, conforman una especie de refugio o coliseo a la que se podrá acceder y, desde dentro, el usuario podrá contemplar estos rostros. Y, desde fuera, se verán los reversos de los cuadros», aclara.
Así las cosas, reconoce que «me gustan la exposiciones instalativas, con un concepto muy cerrado». «Creo que ha quedado una muestra muy redonda, con obras muy bien vinculadas. Este proyecto marcará un punto de inflexión en mi carrera, en la que siempre he intentado encontrar el equilibrio entre concepto e imagen», apunta Grip Face que, sin embargo, confiesa que «este personaje cada vez tiene menos peso a favor de David Oliver».
Futuros proyectos
Tras protagonizar su primera individual en Seúl, el mallorquín está trabajando en otra que inaugurará en enero en Taipéi. En este sentido, señala que «el mercado asiático tiende a etiquetarte y es algo que siempre evito; cuando me etiquetan me boicoteo para cambiar». En Europa, en cambio, dice que funciona mejor su obra más conceptual. De hecho, en julio comisaría una colectiva con artistas internacionales en la Verduyn Gallery de Bélgica con una propuesta que gira entorno a «la naturaleza deconstruida y la postapocalipsis».
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