José Carlos Llop posa con su nuevo libro, 'Si una mañana de verano, un viajero' (Alfaguara). | Pilar Pellicer

TW
2

José Carlos Llop (Palma, 1956) presenta este viernes por la tarde en La Biblioteca de Babel, en Ciutat, su nuevo libro, Si una mañana de verano, un viajero (Alfaguara). Será a las 19.30 horas y estará acompañado por el poeta, crítico y editor Andreu Jaume.

«Los días de calma es la imagen de un paraíso escondido; los días de tormenta, la furia de la naturaleza. Así oscila el tiempo, al margen del tiempo de los hombres». Es una imagen de paz que se ha vendido a los turistas y que tanto cuesta encontrar hoy en día a los mallorquines...
Los viajeros del norte, en el siglo XVIII y XIX, viajaban hacia el sur y nosotros somos el sur. Una cosa es la mirada de curiosidad desde lo ajeno y otra la mirada propia, inscritas en el paisaje. Mis obras están inscritas en el paisaje y me da igual lo que se venda al turista. Lo que quiero reflejar es la memoria que hemos tenido y, en el caso de este libro, de haber contemplado durante muchos años la primera mañana del mundo y celebrarlo. Este libro es una celebración.

Un libro que no sería una novela.
Es una meditación sobre el tiempo, el verano, el paisaje y la vida de un escritor. El título, por ejemplo, es un homenaje a Italo Calvino y su libro trata sobre el hecho de narrar: alguien se acerca a ti y te cuenta una historia y la suma de todas ellas es la literatura. Acostumbro a vivir sub specie literariae, que es una manera de decir sub specie eternitatis. La literatura es una forma de eternidad y el que vive dentro de ella, no el impostor, vive dentro de un fragmento de la eternidad y de eso trata el libro. Siempre escribo por necesidad de escribir, nunca planifico ni establezco estrategias, no sigo modas ni busco famas.

Recuerda su «casa de la literatura», donde vivió «al margen de los calendarios y las obligaciones y devociones de mis contemporáneos». Todo un privilegio.
No lo considero un privilegio o, en todo caso, es un privilegio buscado; no todo el mundo sabe vivir a casi cuarenta grados sin ningún tipo de comunicación con el mundo. En cambio, esta vida a mí me encanta. Soy un hombre antiguo que estaría entre los Padres del desierto y el telescopio hubble. Las personas buscan otro tipo de paisajes y distracciones, hasta que se ponen de moda, como el anuncio de cerveza. Y así nos encontramos con gente andando con un gin-tonic hacia Sa Foradada para ver la puesta de sol... Agotémoslo todo, que no quede ni un sitio sin fotografiar. Un desastre.

Recorre el camino de s’Estaca, regalo del Arxiduc a Catalina Homar y que ahora es de un matrimonio de Hollywood. Los tiempos cambian…
Creo que las personas pasamos, pero el espíritu de las casas permanecen, las habite quien las habite. Y ese es el caso de s’Estaca. Su conversión de una historia de amor en economía local ha hecho que su memoria perviviera más que la de otras casas.

«En Mallorca existe una pulsión elegíaca que recorre nuestra cultura y manera de ser», asegura a la vez que plantea que nos gusta más hablar del pasado que del presente. ¿Cuál es su teoría?
Es una teoría que está demostrada a través de la vida cotidiana hasta hace poco, pues ahora la mayoría tiene la necesidad de contar el plato que se va a comer. En Mallorca no teníamos la costumbre de contar el presente, entre otras cosas para no suscitar bajas pasiones, es como un sistema de protección. Además, el pasado siempre se ha mitificado en el Mediterráneo.

Presume de no haber sufrido nunca miedo al papel en blanco y reconoce que «sonríe» cuando algunos escritores aseguran que podrían vivir como un tuareg en el desierto y luego se compran un palacio del XVII.
Para vender su obra, los artistas son capaces de decir que han inventado el Concilio de Nicea. Y otros presumen de vivir apasionadamente cuando nunca se han movido de su mesa camilla. La literatura o es verdad o vale menos de la mitad y un escritor lo es de vocación. Bruce Chatwin contrajo sida y estuvo años sin poder escribir, pero, cuando en un interludio se encontró mejor, escribió una novela muy breve y preciosa. De eso se trata: en el momento en el que recupera un hálito de vida suficiente para poder escribir lo hace, aunque sepa que está en las puertas de la muerte. Eso es ser escritor.