El dibujante Francesc Capdevila, conocido como Max, en un instante del cortometraje de ficción ‘Carbón’. | La Perifèrica

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Blanco sobre negro y negro sobre blanco. Las palabras sobre el papel. Las estrellas en el firmamento. Los tatuajes sobre la piel. La tiza sobre la pizarra. Las líneas sobre el lienzo y las ideas cuando, por fin, logran abandonan la maraña informe y logran plasmarse. El Rey Carbón es un gran ejemplo. Con sus sutilezas y desde lo absolutamente imprescindible, Max (Francesc Capdevila) creó uno de sus personajes más icónicos y es, apenas, unas líneas negras sobre blanco. El cómo dio con él, no obstante, no es tan evidente. Todo parece obvio y fácil cuando ya se ha hecho. ‘Claro, tiene sentido’, pensamos al ver una obra ya terminada, pero no se ve –o no se suele ver– la barca a la deriva en la que el artista viaja a veces hasta que logra llegar hasta esa lejana costa. El acto mismo de la creación es un misterio. Para los creadores también.

Cartel del cortometraje 'Carbón' que se estrena mañana en CineCiutat a partir de las 20.20 horas

Y sin embargo se puede traducir. Plasmarlo de alguna manera para que otros lo vean, lo sientan, lo escuchen incluso. Eso es Carbón, un cortometraje de ficción dirigido por Cesc Mulet (La Perifèrica) y que se adentra en la mente misma de Max. Nace a raíz del documental Dibujando a Max, que ya quería perfilar al artista y su proceso, pero se aleja por ser ficción pura y «muy poético». El filme se estrena mañana en CineCiutat a partir de las 20.20 horas y supone un ticket de ida y vuelta a la psique del artista.

El propio Max protagoniza el filme desde un escenario «muy teatral» en el que «desde lo poético, lo metafórico, y solo con música explicamos cómo es el proceso de crear un cómic como Rey Carbón».

Por ello, en las imágenes hay «muchas cosas que no se corresponden con la realidad», detalla Max, pero «sí con el acto creativo, con lo que sucede en la cabeza del autor». Y el resultado, en opinión de su protagonista, «se parece bastante» a lo que opera en su mente cuando trata de buscar la mejor forma de plasmar a sus personajes.

La escenografía del filme tiene un fuerte componente simbólico, poético y onírico.

«Los detalles remiten a un libro en concreto», el de Rey Carbón, y «para mí eso lo hace más verídico», señala Max que avanza que quienes lo han leído «lo verán claro» y los que no «entenderán la búsqueda» que es crear. En su caso específico, además, él la detalla como «una búsqueda de datos, relaciones y cosas», así como también «los momentos en los que uno se pierde». «Todo esto está en la película».

Y si extrae una lección de todo Max esa es que «si existe la inspiración desde luego no llega cuando estás de brazos cruzados». Es así como «va creciendo un personaje y ese edificio» que será, quizá, una nueva obra. «Hay que estar dando el callo todo el tiempo».

Finalmente, cabe destacar que el corto es mudo, sí, pero cuenta con música a cargo de Kiko Barrenengoa y Elisabetha Monacelli, quienes han creado de manera independiente, pero tras recibir algunas indicaciones de la música que el propio Max escucha: «Yo siempre trabajo con música en marcha» y hace una apreciación: «El silencio completo no existe ni siquiera cuando estás en tu cabeza hay un silencio real». Por ello, la música tiene un «poder inspirador» muy potente siempre, pero para la creación de Rey Carbón «en especial».