El escritor Begoña Méndez (Palma, 1976) ha presentado este martes su nuevo libro, 'Ciento veinticuatro huecos' (H&O Editores). | Jaume Morey

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El amor es, y seguramente lo será siempre, el gran tema de la literatura universal. Es, por tanto, uno de los más manidos, pero igualmente seguimos necesitando hablar de los asuntos amorosos desde sus múltiples vertientes y, de esta manera, sigue siendo una fuente inagotable de ficciones. Al amor precisamente ha dedicado Begoña Méndez (Palma, 1976) su nuevo libro: Ciento veinticuatro huecos (H&O Editores). El título forma parte de una nueva colección de este sello barcelonés en el que invitan a unos autores seleccionados a explorar un tema concreto a través de los argumentos que ellos consideren oportunos. En su caso, ha necesitado 124 fragmentos o «huecos» para ahondar en el amor.

«Quería poner en juego este tema que nace en los orígenes de la literatura, pero que todavía nos sigue interpelando. Todos nos enamoramos, todos nos desenamoramos; deseamos ser amados y deseamos otros cuerpos. No es solamente algo erótico, pues hay muchos tipos de amor y de maneras de amar. Por ejemplo, Anne Carson habla del amor a su padre y a su hermano, o en la película Nostalghia Tarkovski trata del amor hacia la humanidad. Yo quería poner en juego todo este imaginario del amor», razona la autora.

Aunque es la primera vez que Méndez aborda el amor de forma tan explícita, avisa que ya estaba presente en sus anteriores obras. Así, en Lodo (Lengua de Trapo, 2023) aparece «el amor al territorio», concretamente al Mar Menor; en Autocienciaficción para el fin de la especie (H&O Editores, 2022) hacia los «cuerpos que viven en una situación de incomodidad»; en El matrimonio anarquista (H&O Editores, 2021) como «defensa del amor como relato y la necesidad de rituales» o incluso en Heridas abiertas (Wunderkammer, 2020), que se sustenta en «el amor hacia la literatura íntima».

Asimismo, para la escritora es igualmente importante la estructura del libro, en forma de fragmentos, lo que le ha supuesto algo novedoso, al igual que el uso de la tercera persona, lo que le ha permitido «tomar cierta distancia y perspectiva de lo que quería narrar». Para ello, Méndez se ha servido de multitud de referencias mayoritariamente literarias, aunque también se ha valido de filmografía y canciones. «Para mí la bibliografía es una parte muy importante de la obra, es una manera de decir que no escribimos solos», justifica. Y es que la citada Carson, pero también Simone Weil e incluso Dante guían a Méndez en este ensayo poético.

«Dante es una lectura fundamental. Me interesa porque es el primer autor que habla del amor y el deseo no como enfermedad, sino como pasión que nos lleva a querer mejorar, como algo positivo. Además, Dante es importante porque es de los primeros que toma consciencia de que la literatura ofrece un modelo de comportamiento amoroso. A raíz de ahí, me he dado cuenta de que la literatura, pero también el cine, nos enseñan a amar, nos dan un comportamiento al respecto», detalla.

De esta manera, Ciento veinticuatro huecos constituye un gran libro de amor a la literatura, el mejor homenaje posible. «Nació de Carson, cuando estaba preparando una charla sobre ella, pero pronto reparé en que eran dos textos diferentes; pero es que aquí hay cosas que leí hace veinte años y, de repente, han aparecido sin forzarlo, de forma natural. Para mí resulta muy difícil separar mi experiencia vital de la cultural, ambas me configuran como persona», señala.

«El amor es, sobre todo, una pregunta, un hueco», expresa Méndez antes de arrancar el libro. «Es una idea que está muy presente en la obra de Carson, quien postula que en una relación de amor siempre hay tres elementos: los dos enamorados y, después, la imposibilidad de poseer al otro completamente. Es un espacio vacío que nunca se podrá llenar y, por eso, contamos historias de amor: para llenar ese hueco», explica Méndez, que intenta poner solución con sus 124 fragmentos. Si se pusiera trágica, apunta en el ensayo, afirmaría que no puede vivir sin literatura, y justamente por ello firma este gran homenaje a este arte, «el mejor amante que he tenido en mi vida», declara Méndez, que acaba de realizar una residencia artística en el Museu Apel·les Fenosa, que dirige Nekane Aramburu, quien fue directora de Es Baluard desde 2013 hasta 2019. «Allí encontré un precioso poema inédito de Mercè Rodoreda. Todavía estoy trabajando en la escritura sobre mi estancia allí», concluye.