Xarim Aresté (el primero por la derecha), con los músicos que le acompañarán esta noche en el concierto que ofrecerá en Santanyí. | R.C.

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La energía de cuando nos adentramos en un bosque, como si hubiera «una inteligencia superior» que gobernara el lugar, «como si el bosque fuera un espacio sagrado». Así ha concebido Xarim Aresté (Flix, Tarragona, 1983) su nuevo trabajo discográfico: Un idioma nou (RGB Suports). Lo presenta este sábado por la noche, a las 21.30, en el Teatre de Santanyí, como parte del ciclo La Lluna en Vers de la Fundació Mallorca Literària. Será en formato sexteto y con visuales en directo del artista mallorquín Joan Garau. Además, para la ocasión, el catalán ha «robado», como él mismo reconoce, la banda al trompetista mallorquín Pep Garau y estará acompañado sobre el escenario por el propio Garau, Joan y Tomeu Garcías (contrabajo y trombón, respectivamente), Ricard Sohn (teclados) y Josep Servera (batería) en sustitución de Enric Fuster.

El nuevo idioma al que se refiere el título del álbum, reconoce Aresté, no es otro que «el más bello de todos: el del corazón». «Tengo la sensación de que estamos más familiarizados con las máquinas que no con el corazón; no entendemos en qué idioma nos habla, como si no estuviéramos en contacto con el lenguaje corporal que nos arraigan en las realidades más puras. La sabiduría es algo que sale del corazón y el vientre, no de la racionalidad», asegura. En este sentido, insiste en que «la música es visceral y, de alguna forma, nos hace de espejo del corazón y este no engaña. Es desde ahí que sale la música. Y en un mundo lleno de apariencias, la única herramienta es el idioma del corazón», añade.
Un lenguaje que, en consecuencia, está vinculado con la intuición, con esa «inteligencia de la naturaleza» que remite a ese bosque como espacio sagrado. Una filosofía que no emerge ahora con Un idioma nou, sino que ya estaba muy presente en todos sus trabajos, también en el disco anterior, Ses entranyes (RGB Suports, 2022).

Asimismo, Aresté lamenta que «no se habla suficientemente del alma, como si esta fuera esotérica, mágica o irreal». Y, sin embargo, asegura que «el alma es lo más real que podemos observar». «Cuando miro a mi alrededor veo a todo el mundo desconcertado, sin tener muchas cosas claras, como si tuvieran una frustración en su interior. Creo que eso se debe a que no damos cabida a reflexionar sobre el alma, que es la brújula más sabia que tenemos».

Así las cosas, Aresté procura transmitir todas esas inquietudes a través de su música. «El arte es mejor que nosotros, es el espejo más fidedigno de la humanidad y lo entiendo como una expresión de intuición, aunque hoy en día todo está pensado para gustar y tiene caducidad; nada trasciende», declara. En tales circunstancias, «la función del músico es estar al servicio de la música y no al revés». «La música tiene más talento que cualquier músico y por eso hay que darle todo el espacio posible. La intención es la misma que con Ses entranyes: íbamos al estudio sin saber qué sacaríamos, pero es que no hay que pedirle nada a la música, sino agradecerle. El agradecimiento es una puerta abierta y acaba emergiendo de alguna forma», concluye el artista, a la vez que celebra la suerte de contar con «músicos estratosféricos» de la Isla en una época que, asegura, «nada tiene que envidiar a la edad dorada de la música de los años 60».