Lídia Masllorens, posa en la exposición que ha inaugurado en Gallery Red (Palma). | M. À. Cañellas

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Desde que era una joven estudiante de Bellas Artes ya trazaba en sus inicios la esencia que caracteriza hoy sus obras. Lídia Masllorens, fascinada por los retratos, siempre llevó consigo una cámara colgada al hombro con la que captar la belleza de los rostros y, pese a lo terco que puede ser el camino para un artista, siempre fue y es perseverante y no dejó de perseguir sus sueños. Gracias a ello, recibió el premio de Pintura de la fundación Vila Casas en Barcelona, que le brindó la oportunidad de abrir su camino y, actualmente, después de un gran recorrido internacional, presenta su creación Someone’s Story, No One’s Tale. Este proyecto, que está centrado en primeros planos de rostros humanos que revelan las emociones más íntimas, se ha inaugurado este viernes en la Gallery Red de Palma.

La artista ya trabajaba con esta galería, no obstante, es la primera vez que protagoniza una exposición individual. La propuesta no contiene numerosas piezas, pues produce tanto como le permite la técnica utilizada. Esta peculiar destreza realizada con escobas de pelo duro se desarrolla «sobre monotipos en posición horizontal y plástico, luego pongo los papeles húmedos encima y al secarse, puedo ver lo que ha pasado. Por eso, aunque trabaje bastante, mucho material después no sirve, ya que no puedo corregirlos. No sé lo que está pasando hasta que no los veo», esclarece.

Método

Asimismo, este método también implica el uso de un tamaño de papel específico, pues la misma técnica de humedecer el folio hace que no pueda utilizar papeles más grandes porque, al cogerlos, se rasgarían por el propio peso». De ahí el gran tamaño de sus creaciones, algo que le ha ayudado a conseguir una figuración muy sutil. De igual forma, la calidad del papel es escogido con minuciosidad, y pese a ser un modelo «muy normal, cuya utilidad era más bien servir de cobertura para bloc de notas», ella encontró una serie de características que le permiten «jugar bien con el plástico y con el acrílico negro y hacer estas transiciones de grises, que si cogiese un papel de más calidad, no me saldría igual de único».

Por ende, el resultado son piezas con un gesto enérgico, en donde además, según confiesa, el misterio está en la boca. Con todo, «es un tipo de trabajo que sale mucho de la emoción, porque cuando trabajas con todo el cuerpo no puedes decir la raya debe acabar aquí con la cabeza, sino que debes dejar fluir la pincelada y esta te va diciendo hacia dónde va el cuadro», expresa.

Igualmente, su interés por los rostros procede de su inclinación hacia el retrato y por encontrar la belleza de la persona que le inspira. Razón por la cual la fotografía es para ella una herramienta previa al cuadro. Sin embargo, tal y como aclara Masllorens, «estas piezas no son retratos». «He utilizado fotografías que para mí son muy inspiradoras, pero no me he esforzado en que se asemejen. Solo las he hecho servir como plantilla», añade.

Además, comenta que lo que busca es «una mancha negra en un fondo blanco y que tenga una armonía, un equilibrio que es el mío. Es mi sentido de la belleza y si esto conecta con el público, genial». «Cualquier cuadro nos hace de espejo», concluye.

Como proyectos de cara al futuro, Masllorens está trabajando en una futura exposición que acogerá la ciudad belga de Amberes la próxima primavera. Asimismo, no deja de crear y recrearse para salir un poco de si misma, pues tal y como ella confiesa, «Paralelamente a que yo trabajo de esta forma y que tengo estos proyectos, intento hacer como un trabajo de investigación saliendo de mi taller. Voy a un taller de cerámica y también voy a un taller de grabado y mi ilusión sería que en un año pudiera mostrar algún trabajo de cerámica o algún trabajo de grabado. Lo que ocurre es que llevo tres años haciendo esta búsqueda y por el momento no puedo enseñar nada». «Pero estoy hablando de cosas que se están cocinando»