El cineasta español J. A. Bayona, en Palma. | Francisco Ubilla

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A sus 49 años, J. A.Bayona es uno de los directores españoles más cotizados e internacionales del momento. El catalán es autor de obras de renombre como El orfanato, Lo imposible, Un monstruo viene a verme, la segunda entrega de la nueva trilogía de Jurassic World: El reino caído, o su más reciente filme: La sociedad de la nieve, que logró nada menos que 12 Goyas de 13 a los que aspiraba en la última edición de estos premios estableciéndose como la tercera cinta con más ‘cabezones’ de la historia detrás de Mar adentro y ¡Ay, Carmela! De hecho, se da la circunstancia de que cada película que Bayona ha rodado que optaba al Goya aMejor Dirección (incluida novel) lo ha logrado. Por estos logros, el Atlàntida Mallorca Film Festival le hizo entrega este pasado domingo del Masters of Cinema, su premio honorífico, que recogió de mano de sus propios padres y acompañado de su hermano gemelo en un acto emotivo. Ayer por la mañana, el cineasta ofreció una charla en el Aljub de Es Baluard para un público muy interesado en lo que puede aprender de quien puede considerarse ya como un maestro del cine quien avanzó estar involucrado en el nuevo proyecto de Isaki Lacuesta. Tras ello, atendió a la prensa.

¿Cuál es el tipo de cine que más disfruta viendo como espectador?
El cine bueno (risas). Además, tuve la suerte de crecer con una televisión en la que de crío vi películas de Kurosawa, Truffaut, Roger Corman y Spielberg, y las veía virgen. Las etiquetas a veces son solo eso, etiquetas. Es curioso porque cuando en España me hacen entrevistas siempre se me trata de director comercial y luego hago las entrevistas para las mismas películas en Estados Unidos y allí me tratan de director europeo de autor y te acabas preguntan qué eres entonces.

¿Hay diferencia a una película que nace de usted y una de encargo?
Hay una parte que es el oficio y es tan importante como la expresión personal porque al final haces que una película como La sociedad de la nieve sea un ejercicio de expresión personal aunque todo el mundo habla de la secuencia del accidente. Las películas tienen que tener cabeza y corazón e intentas buscar un equilibrio porque hay películas que haces más con la cabeza, pero en las que siempre intentas poner algo de tu corazón.

¿Logra desapegarse en cintas que llegan como encargo?
No son películas en las que te desapegues. Yo en Jurassic World no intento eso y, de hecho, es la película más rara que se ha hecho de Jurassic World porque la acercas a un lugar donde los otros directores no la han llevado, la particularizas y haces algo que es tu interpretación de la saga. Lo primero que me dijeron cuando la iba a dirigir es que a Steven Spielberg los dinosaurios no le parecían monstruos, no los trataba como tal, y yo los traté como monstruos y fue una de las cosas por las cuales me felicitó Spielberg porque había hecho propia la película y esto le hacía muy feliz.

En cintas como Jurassic World: el reino caído, Lo imposible, Un monstruo viene a verme o La sociedad de la nieve hay un gran uso del CGI (imágenes generadas por ordenador), pero se equilibra con el de los efectos prácticos y artesanales, ¿cómo trabajas el equilibrio entre estas técnicas?
El equilibrio es una buena palabra en general para todo dentro del cine. Cuando hablaba de que las pelis han de tener cerebro y corazón, hay algunas que tienen demasiado cerebro y otras demasiado corazón, pero el equilibrio hay que buscarlo siempre. Con los efectos visuales ocurre que el exceso de CGI le quita alma a la película y, a la vez, el CGI es una herramienta muy interesante. Por ello, de la combinación surge el éxito. En el accidente de Lo imposible, tú te trabajas el corazón de la película y dejas una secuencia como esa para el final porque te parece más fácil de hacer y es la que la gente se queda. Es importante el oficio, saber usar los efectos visuales incluso para cosas en las que el público no es consciente.

¿Por ejemplo?
Pues por ejemplo, algunos actores, los que se gustan mucho, alargan sus diálogos y hablan lento para estar más tiempo en pantalla. Entonces aumentas ahí la velocidad de la película o haces otras técnicas como el morphing y la gente no se da cuenta. Son cosas que se pueden hacer gracias a la técnica.

En La sociedad de la nieve buscaba la parte más personal y no tanto la visceral de la historia, no obstante a veces la producción del filme puede querer presionar hacia un lado u otro. ¿Se ha encontrado este tipo de situaciones?
Las pelis se hacen según el plan establecido. Ahora que se habla tanto de la IA, esta lleva años aplicándose al cine en el sentido de que vas a la escuela de cine y te ponen el libro de guion que dice que a las 20 páginas has de pasar al segundo acto. Esto es IA en el sentido de que trabajas en base a datos de cosas que han funcionado antes. La cosa es trabajar con cosas nuevas, que sorprendan, sabiendo cómo se hacen las cosas, con oficio, para transgredirlas y que tengan interés.

¿Cómo la valora la IA?
La IA es una herramienta y es su uso lo que se debe atender. A ver cómo evoluciona porque parece que hasta puede tener vida propia, pero de momento lo que hace es gestionar información y hay que separar esta del conocimiento. Los artistas interpretan la información, pero esta per se no dice nada. La IA lo que hace de momento es gestionarla siempre en base a parámetros de cosas que se han hecho antes y nosotros, como artistas, intentamos hacer cosas que no se han hecho nunca. Ahí hay una brecha.

La sociedad de la nieve se estrenó en salas a pesar de ser una película para plataformas. Tuvo que pelearlo. ¿Cómo fue esa experiencia de exhibición limitada?
Muy enriquecedora. Netflix nos dio todo el apoyo en el sentido de que la peli se haría con la exhibición más grande tenida hasta el momento y tuvimos 3 semanas en España con la mayor cantidad de cines hasta la fecha. Lo bonito fue que la taquilla aumentó una vez que estaba en Netflix. Esto demuestra las ganas de verla en pantalla grande. Es verdad que nos movíamos en un terreno extraño porque la relación entre plataformas y salas todavía no está del todo definida y ahí estuvimos apostando por una peli de plataforma sin dejar de lado la exhibición. Además, las salas pasaban por una situación complicada y recuerdo ir a ver a mis padres a Blanes y llamar al cine local para decir que haríamos una sesiones y lo llenamos. En una tarde hacían la taquilla de una semana. Al final, si puedes echar una mano, genial, porque todos necesitamos que los cines tengan buena salud.

¿Le ha sorprendido la respuesta emocional que ha tenido La sociedad de la nieve?
Nos sorprendió que tanta gente joven abrazara la película. Me he encontrado a un montón de chicos y, sobre todo, chicas, que vienen a decirme que están estudiando cine gracias a La sociedad de la nieve.