El Canijo de Jerez da las palmas antes de la entrevista para este periódico. | Michel's

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Los Delinqüentes dibujaron un mundo colorido y socarrón que dio una vuelta al flamenco del ceño fruncido a finales del siglo pasado. En este grupo de duendes garrapateros estaban Diego Pozo ‘Ratón’, el desaparecido Miguel Benítez ‘er Migue’ y Marcos del Ojo, El Canijo de Jerez. Este último ofrece en esta entrevista su visión del arte y los recuerdos mientras avanza que se encuentra preparando la vuelta del grupo de su vida. El pasado domingo actuó en solitario en el festival ¡Que nos quiten lo bailao! en el recinto del Mallorca Live de Calvià.

El Canijo de Jerez en Mallorca.
Yo a Mallorca le tengo mucho cariño. He venido muchas veces. Mi hermano Juanito Makandé vive en la Serra de Tramuntana y he ido un montón de veces a su casa. Hemos recorrido los montes y subimos el Puig Major. Me encanta también eso que aquí llamáis el ‘arroz guarro’ (arròs brut). Eso es un clásico. La gastronomía, la gente de aquí, las playas, las calas... ¡Dios mío! Mallorca es un paraíso terrenal. No me extraña que vengan los actores de Hollywood: Michael Douglas, Catherine Zeta-Jones y compañía. Y esta noche está aquí El Canijo de Jerez.

En el último disco vemos a un Canijo más reflexivo y sosegado.
(Ríe) Bueno… no sé, yo siempre he sido muy reflexivo. La búsqueda interior de cada uno nunca sabes adonde va. Yo escribo canciones porque me sale de manera natural pero cuando tienes algo de donde tirar del hilo ya ves el proyecto mientras vas dándole vueltas. Tuve el placer de conocer a Enrique Morente y él me decía que cuando hacía un disco siempre tenía ‘un clavito donde colgar la ropa’. Se le ocurría un título, una frase o una canción y desde allí iba montando el disco. Eso siempre lo tendré en mente. Con este último disco me pasó lo mismo: empecé componiendo la primera canción que se llama Empezar de cero y a partir de allí fui construyendo este álbum que es más callejero; no tiene guitarras eléctricas apenas ni baterías; todo cajón flamenco y palmas. Muy artesanal.

¿Cada disco va asociado a un momento vital concreto?
Sí, las dos cosas. Los discos son épocas y las canciones, momentos. Yo le escribo mucho al amor también. Con Los Delinqüentes escribía más sobre personajes que me inventaba como los 'trabubus'. A lo mejor antes era más punky, más hippie y ahora trato más el amor, seguramente. Llevo más de 20 años con mi pareja y he sido padre de un niño de cinco meses que me ha cambiado la vida. Pero bueno, yo soy igual de golfo como siempre.

¿Molesta que más de 25 años después de formar le sigan pidiendo los éxitos de siempre?
Para nada, compadre. Para mi es un halago, un honor y un placer ser los creadores de estas canciones que se han convertido en buques insignia para mucha gente en España. La primavera trompetera, El aire de la calle, Nube de pegatina y Hola buenos días de mi carrera en solitario son ejemplos de eso. Si analizas las canciones de Los Delinqüentes y las mías en solitario ves que casi siempre son eslóganes de puta madre, vamos pa'lante, alegría, vamos a pasárnoslos bien: el cachondeo. Viva el cachondeo.

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¿Por qué se separó el grupo?
Llevábamos muchos años tocando. Los Delinqüentes empezamos en el 98. Mi compadre Migué murió en 2004 con 21 años, muy jovencito y eso para nosotros fue un palo muy gordo. Me planteé dejar la música. Nos planteamos el reto de seguir un par de años más como homenaje y ya en 2012 estábamos un poco quemados de tanta carretera, el brillo de los ojos se apagó y teníamos ganas de experimentar el vértigo de la individualidad.

¿Erais esclavos del recuerdo?
(Desliza con melancolía) Bueno… Perder a un amigo no es fácil, compadre. Siempre lo tengo en mi pensamiento, me acuerdo mucho de él porque era mi mejor mi amigo. Todavía sueño con él. Se fue muy joven pero dejó un legado de canciones que perpetuarán para siempre.

¿Cómo gestiona la incertidumbre y el derecho de un artista a reinventarse y explorar?
Que bueno los artistas que se corrompen por decisión propia. A lo mejor no vendo discos pero me da igual yo nunca he vendido discos. Siempre he estado en crisis. Los artistas de mi calaña vivimos de los veranos, de tocar y de picar piedra. Yo cuando dejé Los Delinqüentes en 2012 fui a Bilbao a tocar y vinieron ocho personas a verme. La verdad absoluta de un artista son los conciertos. Allí no hay ni trampa ni cartón. Con el grupo estábamos arriba y tuve que empezar de cero pero eso me dio una motivación extra, agudizó mi ingenio y me hizo componer nuevas canciones. Fue un reto positivo porque como estaba tan bien aburguesado con Los Delinqüentes necesitaba ponerme las pilas para que el cerebro funcione.

¿Cómo recuerda la época en la que conoció a 'er Migue' en el Instituto Caballero Bonald de Jerez?
Esos fueron años de puta madre. No estudiábamos nada, evidentemente. Fumábamos porros todo el día, estábamos con la guitarra fuera y nos escapábamos de clase. Un día encontramos en un huertecito de al lado del colegio una gallina y la metimos en la clase. En el Día de Andalucía mi compadre Migué y yo cantábamos Los Delincuentes de Kiko Veneno o Verde que te quiero verde de Lorca, Los Chunguitos, Los Chichos… y nos lo pasábamos muy bien, lo que éramos muy malos estudiantes. Tuvimos suerte al sacar el primer disco. Sino no sé que sería de nosotros.

¿Qué le queda por hacer?
A mi me gustaría ser actor. Es un sueño que tengo ahí. Me queda por hacer una película. En blanco y negro. ¿Tú quieres actuar conmigo?