El escritor Juan A. Rodríguez publica su nueva novela, 'Tierra de rebeldía', con Caligrama. | Teresa Ayuga

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Si se aplica presión a un cuerpo progresivamente, este resistirá todo lo que pueda hasta que llegue a su límite y ceda. Alcanzado este punto, o la presión se reduce o el cuerpo, probablemente, implosione. Lo mismo puede ocurrirle a un pueblo o una nación. Si es llevado a límites insospechados, la energía misma del lugar buscará subsistir como pueda, y esto puede encontrar vías violentas. Irlanda es un claro ejemplo de ello a través de una historia convulsa y rica. El escritor mallorquín Juan A. Rodríguez es un buen sabedor de ella y, de hecho, ya exploró la gran hambruna de la patata en su novela Tierra de esperanza. Ahora, sin embargo, avanza al siglo XX con Tierra de rebeldía, secuela que también lanza con Caligrama y en la que explora la Rebelión de Pascua y los hechos que acontecieron y que desembocaron en la independencia de los irlandeses.

Según detalla el propio Rodríguez, este libro es «la continuación lógica» del primero, manteniendo con este su estilo de «drama y novela históricos», aunque con cambios significativos como el que esta nueva historia es «de mayor envergadura» y que «entremezcla otros géneros como el bélico, el noir y el del espionaje». El libro, a su vez, es un camino intermedio en la trilogía que tiene entre manos Rodríguez que concluirá con la tercera novela, que se titulará Tierra de IRA.

Descendientes

Y si Tierra de esperanza se centra en el período de 1858 a 1900, ahora el telón de fondo es la Dublín de 1916 y la Primera Guerra Mundial, por lo que «es lógico que el aspecto bélico esté presente». Los protagonistas del nuevo envite son «los descendientes de la primera novela, Jimmy y Johnny Hunt, junto a la bella y rebelde Nuala Greaves». A su vez, se intercalan personajes reales como Winston Churchill, Éamon de Valera, Michael Collins, James Connolly o Patrick Pearse, entre otros. Sobre ellos, avanza Rodríguez que ha sido «fiel a lo que se sabe de ellos». Junto a los ficticios sirven al autor para orquestar una trama que pretende «empotrar al lector en su sillón de lectura».

De hecho, ha sido más difícil para Rodríguez la construcción de los personajes ficticios como Greaves, «la pelirroja de espíritu indomable» a la que no quiso «encorsetarla en clichés», pero que fuera fácil de identificarse con ella.

A nivel de documentación, relata Rodríguez que, además de haber viajado a Irlanda en varias ocasiones para «conocer el enclave del que vas a escribir», ha habido, como es obvio, muchas lecturas y horas de empaparse de la historia irlandesa. De hecho, todo eso ya lo hizo para Tierra de esperanza y «ha sido muy útil ahora», porque «lo cierto es que hay poco publicado en español sobre la historia reciente de Irlanda y ese poco es más sencillo de encontrar en novelas que en ensayos». Por ello, los viajes a Irlanda han servido también para hacerse con libros en inglés, por lo que «ha sido algo lento y difícil», relata.

Por último, defiende Rodríguez que la novela tiene un claro mensaje que aboga por la reflexión ante los horrores de las guerras y para evitar que vuelva a suceder algo así que, «sin embargo, está sucediendo». El «mensaje moral» es que «o debemos permitir que un pueblo hermano se asesine fríamente. Que en una misma tierra luchen irlandeses contra irlandeses o israelíes contra gazatíes», destaca el escritor que hace extensible su crítica a que no debemos permitir que un pueblo hermano asesine a otro fríamente «los políticos que deciden devastar un país que está al lado y a los que no hemos votado para que nos metan a mí o a mi hijo en una guerra».