El mallorquín Cristian Rodríguez, afincado en Chile, es el autor del libro ‘Snuff movie. Filmando la muerte’.

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Si usted ya tenía uso de razón en los años 90, cuando Internet todavía no había cambiado radicalmente nuestras vidas, recordará las historias que circulaban sobre ‘snuff movies', películas en las que alguien era torturado y asesinado ante la cámara y que, se supone, se vendían en el mercado negro, para el sádico disfrute de un selecto grupo de perturbados. «Según la mayoría de los especialistas, no era más que una leyenda urbana, y no está demostrado que existieran organizaciones dedicadas a grabar y distribuir este tipo de películas», señala Cristian Rodríguez Jiménez, criminólogo mallorquín nacido en Inca en 1990 y radicado en Chile desde 2022, quien acaba de publicar un libro sobre la materia tras trabajar durante años como detective privado y asesorando a instituciones públicas y privadas sobre seguridad nacional e internacional.

Bajo el título Snuff movie. Filmando la muerte, el volumen bucea en el morbo y la fascinación que provocó este mito moderno desde los años 70, y reflexiona sobre cómo «Internet ha democratizado de forma alarmante el acceso a contenidos completamente ‘gore' que se propagan en redes sociales». Todos hemos visto horripilantes asesinatos grabados con el móvil en la guerra de Ucrania, atroces ejecuciones difundidas por yihadistas e, incluso, magnicidios como el linchamiento hasta la muerte de Muamar el Gadafi o el ahorcamiento del mismísimo Saddam Hussein. Y si no los hemos visto, podemos acceder rápidamente a ellos a través de nuestro teléfono, sin necesidad de entrar en la deep web.

«El concepto ‘snuff movie', que alcanzó su máximo apogeo con el caso de las niñas de Alcàsser, cuando se rumoreaba que había gente de las altas esferas que tenía el vídeo de su tortura y asesinato, ha quedado totalmente desfasado», remarca. «Porque la realidad está superando la ficción, en el momento en que cualquiera, con su smartphone, puede convertirse en propagador de contenidos de violencia extrema que corren por las redes sociales a la búsqueda de likes o reacciones de admiración por el morbo que despierta asistir a lo prohibido», abunda. En el libro disecciona el mecanismo por el cual, «ante una escena violenta, nos tapamos los ojos con las manos, pero al mismo tiempo dejamos una rendija entre los dedos para mirar. No en vano, los ‘true crimes' son los contenidos más exitosos en las plataformas de streaming, y nos deleitamos en detalles morbosos en detrimento del respeto a las víctimas. Tenemos una curiosidad innata por lo atroz», apunta.

Negocio

«Hemos llegado a un punto en que la sociedad hace negocio con la muerte de un niño, hasta el punto de que la madre del niño Gabriel tuvo que pedir públicamente que, por respeto a su hijo, no hicieran un ‘true crime' sobre su asesinato. Es escalofriante cómo, cuando por ejemplo alguien se tira a las vías del tren, siempre hay alguien que, en lugar de llamar a emergencias, coge el móvil para grabar», reflexiona Rodríguez, quien muestra su preocupación por tendencias como el animal crush o el monkey hate, vídeos de tortura animal que han llegado a propagarse en plataformas como Youtube, Facebook o Telegram, hasta ser ‘banneados'.

«Padecemos un sobreexposición a la violencia que nos ha hecho desarrollar una gran resistencia emocional a ella. Y si a ello sumamos que vivimos en un contexto de gran crispación y polarización, el panorama es muy preocupante. Debemos dedicar recursos a la salud mental y a proteger a la infancia de la exposición a contenidos violentos», reflexiona.