El fotógrafo norteamericano Joe Curtin, residente en la Isla. | Jaume Morey

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Joe Curtin llegó aMallorca como suele pasar en las mejores historias: de casualidad. Nacido en Los Ángeles, California, y formado en Boston, a Curtin siempre se le han dado bien los idiomas y habla un español prácticamente impoluto. Por ello, cursó un semestre en Madrid cuando estudiaba en la universidad y le gustó tanto que cuando pudo solicitó plaza como auxiliar de conversación en España. Claro, su idea era volver a Madrid, pero acabó en un lugar ligeramente diferente: «Me tocó Son Servera». De esto han pasado 7 años y Curtin es ya un enamorado más de Mallorca y de sus gentes.

Imagen de Curtin tomada en Coney Island, Nueva York.

Con estudios en cine, habiéndose especializado en documental, Curtin detalla que en realidad lleva haciendo fotos desde los «14 o 15 años». Lo que hacía era captar «lo que hacía con mis amigos. Ir a la playa, comer, coger el bus. No sabía qué hacía, pero tenía la necesidad de sacar fotos y esa parte creativa mía».

En Boston aprendió los aspectos técnicos y se interesó por las historias sociales, realizando la dirección de fotografía de un documental sobre la gentrificación en la ciudad, por ejemplo, y comenzando un proyecto todavía en marcha sobre la DJ Mizz Dee Diggs, amiga personal de Curtin.

En la Isla compagina trabajos para medios como Eldiario.es o en producción de proyectos fílmicos que se ruedan en Mallorca con sus propios intereses personales y artísticos, dos mundos muy separados ya que explica su fotografía «es algo muy personal, experimental».

Otra imagen de Curtin, esta tomada en la Serra de Tramuntana de Mallorca.

Él mismo, de hecho, define el interés de su ojo fotográfico como «la búsqueda de la intimidad», que aparece vista desde el puente que es Curtin al unir la diferencia cultural que hay al entender el espacio privado y el público entre Estados Unidos y Mallorca.

«En Estados Unidos hay mucha vida en espacios íntimos», como las casas que, además, suelen estar muy vinculadas al naturaleza gracias a sus backyards, mientras que aquí «se pasa mucho tiempo en la calle, en la playa o en la montaña». Por ello, «hay que tener una mirada diferente», defiende Curtin que analiza así la realidad que le envuelve para hallar en ella «los momentos especiales y lo bonito que hay en la naturaleza y la intimidad de los seres humanos».

Así, los cuerpos desnudos, los momentos privados, pero abiertos a la cámara de Curtin, son una constante del americano en su trabajo personal. Es, por decirlo de alguna manera, la forma en la que el retratado es más él o más ella que nunca. Sin la barrera de la ropa y, a veces, incluso sin la frontera de la vergüenza por mostrar una emoción genuina. Un momento sincero. Es, por así decirlo, su particular leopardo de las nieves, uno de esos animales casi imposibles de fotografiar en su estado natural.

Fotografía de 2014 tomada en el estado de Oregon, en Estados Unidos.

En marcha tiene, de hecho, un nuevo proyecto que va precisamente de transportar esa misma intimidad que hay captado con su entorno más cercano a los desconocidos, a la gente con la que ese espacio de confianza no se ha construido. «Es algo en desarrollo que espero tener para finales de año o comienzos del que viene», señala Curtin.