Antònia Frontera enseña su álbum de fotográfico con imágenes y recortes que repasan su trayectoria en el Grupo Frontera. | M. À. Cañellas

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Corrían los años 70 cuando uno de los compositores más importantes del cine, John Barry, paseaba anónimamente por Santa Margalida. Allí, en Sa Capella, encontró su oasis para trabajar y relajarse. La mansión hoy convertida en agroturismo estaba regentada por el francés Jean Burdillon, conde de Queylar, y acogió a célebres artistas de cine, como Richard Harris, Lex Barker o Jean Seberg, además de miembros de la realeza como Beatriz de Holanda, Simeón de Bulgaria o el príncipe de Burkhard de Prusia.

Así, Sa Capella se erigió como una suerte de residencia de la crème de la crème, con fiestas glamurosas que se alargaban hasta la madrugada. Para animar el ambiente, en muchas de las veladas que organizó el compositor de James Bond o Memorias de África actuó el Grup Frontera. Se trataba de un trío fundado en Son Serra de Marina formado por Joan Frontera –considerado el ‘padre' de este pueblo costero, pues fue el primer residente del núcleo–, su jovencísima hija Antònia y el músico murero Sebastià ‘Coco'.

Jane Birkin

«Nosotros conocíamos al conde de Sa Capella, a quien Barry acudió porque necesitaba un piano para trabajar y en esa época no había tantos en la Isla. Fue su esposa de entonces, Jane Birkin, la que le presentó al conde. Tampoco había hoteles rurales, solo el Formentor y Sa Capella. Empezamos a ser famosos por cantar en galas, ceremonias y otros eventos por toda Mallorca; también en el restaurante de mi padre, Can Frontera, para los turistas. A Barry le enamoró la tranquilidad de Sa Capella y decidió quedarse. De hecho, vivió durante largas temporadas», recuerda Antònia Frontera, la estrella de la banda.

Barry es conocido por ser el compositor de bandas sonoras de filmes como ‘James Bond' o ‘Memorias de África'.

Un día, cuenta, Barry llegó a Can Frontera con su chófer, Manolo, tío del pintor vilero Guillem Crespí [su padre, Joan, fue además el mayordomo del artista] y le cautivó el espectáculo que el Grup Frontera ofrecía a los turistas. Ese mismo día abrieron las agendas y acordaron varias actuaciones en la mansión. «Empezábamos a tocar sobre las diez y media de la noche y siempre era más de medianoche cuando nos íbamos. Muchos acababan en la piscina, con o sin ropa», bromea. De todo aquello, lamentablemente, no hay ninguna fotografía. Aparte de que no era frecuente que la gente tuviera cámara de fotos, señala Antònia Frontera, «teníamos que ser extremadamente discretos con todo lo que veíamos, lo que allí sucedía allí tenía que quedarse; era ver, oír y callar».

«Cantábamos un poco de todo: desde A mí manera, de Frank Sinatra hasta Cielito lindo o Bésame mucho. Estas eran las que más nos pedían, especialmente la de Sinatra, pero nunca supe cuál le gustaba más a Barry. A veces se levantaba a mitad de concierto para ir a componer. El conde me dijo que nuestra música le inspiraba mucho», relata. Sobre cómo era el célebre compositor, Frontera asegura que «no se solía relacionar mucho con los invitados, era muy educado, por supuesto, pero era discreto y trabajador, la música parecía ser lo más importante; era un hombre muy normal y sencillo».

Carrera

Un buen día, Barry y su inseparable chófer volvieron a Can Frontera para proponerle a Antònia que se fuera con él a Londres para «promocionar» su carrera como cantante. «Yo tendría unos dieciocho años. A mi padre le parecía bien si yo quería irme, a mi madre sí que le sentó peor. Pensaban que si me marchaba el Grup Frontera terminaría allí y en aquel entonces teníamos muchísimo trabajo. Teníamos el privilegio de poder elegir dónde cantábamos y para quién, incluso qué cobrar. Así que dije que no. No es que tuviera miedo, pero estaba conforme con mi vida y mi trabajo, no necesitaba nada más», razona. «Lo que me planteó era que me escribiría canciones para que yo las cantara y luego grabar un disco, lo cual era un gran honor para mí», agrega.

Incluso la compañía discográfica EMI, con sede en Barcelona, asegura que quiso que grabara un disco. «No había tantas jovencitas mallorquinas que cantaran en aquella época, seguramente estábamos solo Margaluz de Els Valldemossa y yo», afirma, «pero, de nuevo, tenía ya suficiente trabajo aquí». «Tanto el conde como Barry lo entendieron enseguida y ni se enfadaron, el trato fue el mismo que siempre y nunca insistieron», declara, a la vez que asegura que nunca se ha arrepentido de su decisión. «Siempre he pensado que tenemos la vida escrita. Además, la vida de los músicos no es tan bonita como te la pintan o como cuando la conoces desde dentro, otros artistas que conocía de diferentes grupos catalanes me contaban que los contratos eran muy duros para ellos», añade. «A pesar de recibir ofertas para irme a otras bandas, siempre dije que no, quería estar con mi padre y Sebastià», insiste.

En cuanto a Barry, hacia 1974 compró la finca Femenias y encargó la construcción de una mansión que nunca llegó a disfrutar. Según recogió Ultima Hora en un artículo publicado a principios de año, ese proyecto se truncó porque el intermediario que debía encargarse de su gestión le estafó para fines personales. Cuando Barry se enteró, perdió el interés por la Isla. «Durante la construcción de la mansión continuamos actuando en Sa Capella; pero un día se despidió de nosotros. No era tanto un adiós para siempre, pero sí que nos dijo que se iba», recuerda. Un hasta luego que fue para siempre, cuando murió en 2011 sin haber vuelto a pisar Mallorca. Con su ausencia, el Grup Frontera dejó de actuar en Sa Capella, aunque continuó ofreciendo conciertos por toda la Isla hasta que murió el padre de Antònia, en 1998. «No me sentí con fuerzas de continuar, fue como como si mi voz se hubiera apagado. Nunca más he vuelto a cantar», confiesa.