Una de las imágenes que conforman el filme ‘L’home abissal’, de Marina Wagner, rodado con cámara analógica.

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Como ocurre en algunas de las mejores historias, la que la directora mallorquina Marina Wagner cuenta en L’home abissal (La Impostora Films) nació en un sueño. Al despertar, lo escribió en modo carta a ella misma, lo dejó en un cajón y, básicamente, olvidó el tema durante un tiempo, pero la semilla de la idea ya estaba plantada. Solo hacía falta esperar a que brotase. Y eso ocurrió hace unos meses, cuando se decidió a rodar una versión de la historia en formato película. Pero no es una película cualquiera, no. Y es que Wagner ha utilizado cámaras analógicas y objetivos del siglo XIX, prestados y adaptados por Anthony Neitzke, de PalmaStudio16, para crear una atmósfera decimonónica y auténticamente gótica. El filme ha recibido una mención en el programa WomanInFan del Festival de Sitges orientado a reivindicar el papel de la mujer en la cinematografía fantástica.

Wagner declara haberse inspirado en los pictorialistas, «quienes captaban el alma y no van a la perfección» de la imagen, sino a «la esencia». Por ello, y para darle a la cinta un aura inspirada en El Faro, de Robert Eggers, y La jetée, de Chris Marker, con obvias influencias de Lovecraft y Edgar Allan Poe, Wagner se decidió a utilizar la foto fija y fotonovela, una narración contada con fotografías, no vídeo.

PALMA. CINE. Marina Wagner, el empeño de rodar contra viento y marea.
La mallorquina Marina Wagner, directora del filme.

Es por ello que la directora buscó por toda la Isla gente «que hiciera analógico», pero la suerte parecía no acompañar. «Contacté con varias personas, pero o no podían o no se atrevían porque la fotografía analógica es muy arriesgada» ya que hasta el revelado no se sabe si ha ido como debía. Todo parecía perdido, pero el empeño de Wagner hizo que diera con Neitzke, que trabaja con cámaras antiguas y objetivos del siglo XIX. Neitzke ha ejercido de director de fotografía y no solo ha operado, sino que incluso ha creado adaptaciones para que los objetivos decimonónicos pudieran usarse en otros cuerpos de cámaras antiguas.

«Si estamos invocando al siglo XIX tenemos que acercarnos por contenido y por forma», dice la mallorquina acerca del proceso y añade que «tenemos que abrazar las posibles aberraciones» que aparecen en el uso de lo analógico, todo lo imprevisto y buscado que no puede preverse. El leitmotiv, por decirlo de alguna forma, ha sido este: «Queremos transmitir algo y dentro de la imperfección está el carácter».

Imagen de una de las cámaras con objetivo decimonónico adaptada por Neitzke.

Así pues, la cinta, que está en proceso de montaje, goza de un realismo material que contrasta con lo gótico y surreal de la imagen. Su sinopsis es la siguiente: año 1879, Edmundo es un joven atomista que sufre una terrible enfermedad mortal que, al empeorar, provoca que su mujer le envíe con su hermana, Josefina, que regenta un laboratorio en una solitaria isla donde experimenta con algas para curar a niños malheridos. A través de las cartas que Edmundo envía a su mujer y un amigo doctor, relatará su estancia en la isla que se irá tornando pesadillesca cuando acepta la propuesta de Josefina de vivir para siempre con su tratamiento.

El marco experimental no es solo el de Josefina, como se aprecia, sino el de la misma Wagner a la hora de relatar la historia a través del formato carta y a través de la fotonovela y de una voz en off en la que el mallorquín decimonónico ya perdido se utilizará para que la atmósfera analógica vaya acompañada de algo con tanta alma como la propia voz.

El resto del equipo lo forman Anna Valls, productora, y el actor Jorge Berlanga, nieto del conocido cineasta Luis García Berlanga. Por otro lado, el vestuario es obra de Juanjo Melchor, que también aporta antigüedades que colecciona, y las localizaciones van desde laboratorios hasta subterráneos de la época de la Guerra Civil. A todo ello se le sumará la música, que también pretende ser lo más auténtica posible correspondiéndose con el espíritu del filme.

Una de las imágenes que conforman el filme de Wagner.

Todo aporta para la construcción de un «terror poético» en la que «no es tan importante lo que sucede, sino que te arrojes al abismo». En Sitges, Wagner podrá tener contactos a nivel de industria y considera la selección, con tan solo tres cineastas escogidas en todo el mundo, como un «sello de calidad» para el proyecto.