La escritora italiana Veronica Raimo posó ayer durante el FLEM. | Pilar Pellicer

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¿Qué sería de nosotros sin la familia? Para bien y para mal, claro. Es ese primer mundo en el que vivimos pensando que todos los demás son idénticos al nuestro. Cada pequeñez del entorno familiar es obvia y nos sorprende saber que otros no hacen lo mismo o viven igual. Sin duda, marca y Veronica Raimo no es una excepción. La escritora italiana, galardonada con el Strega Giovani por su novela Nada es verdad (Libros del Asteroide), habla en su obra de su verdad, pero ¿acaso es verdad lo que ella misma recuerda? Ayer, durante la jornada del clausura del FLEM, la autora trató estos y más temas desde Magaluf.

¿Por qué decidió escribir una historia sobre su propia familia?

—En principio no iba a escribir sobre mi familia, sino una obra cómica sobre mí.Un tipo de monólogo teatral, pero está claro que cuando una escribe sobre sí misma lo hace a través de los demás, de las personas cercanas y, claro, de la familia. Me di cuenta ahí de que la mía tenía un gran repertorio cómico, en la línea de Philip Roth y David Sedaris.Además, las familias italianas tienen una serie de estereotipos y carácteres individuales y quise encontrar una vía para todo ese léxico familiar.

¿Ha variado mucho la acogida del libro en función del país?

—Sí, y fue bastante divertido ver esa recepción. En España y el mundo latinoamericano ha tenido muy buena acogida, y también en Turquía, donde ha sido un bestseller. En general en los países mediterráneos ha funcionado, pero en el norte de Europa y el mundo anglosajón no tanto. Esta ironía allí no hace sonreír porque parten de un sustrato muy diferente. La presencia de la religión, el mundo opresivo de estos núcleos familiares, etcétera, es bastante claro en los países mediterráneos, pero en lugares como Alemania no tiene tanta importancia.

¿Cómo ha reaccionado su propia familia a ser un sujeto literario?

—Por fortuna, la mayor parte había muerto. Siguen vivos mi hermano y mi madre. A él le gustó mucho el libro y de hecho estuvo implicado en el proceso de escritura. Mi madre tuvo un poco de rechazo al principio y poco a poco entendió que el libro tenía que ver con ella. Una noche me llegó un mensaje suyo muy cercano, caluroso, viendo que era algo doloroso y que esperaba que fuera una reconciliación, aunque yo no lo había escrito para eso, pero al día siguiente fue como si nada hubiera pasado y no hemos vuelto a hablar de ello.

Otro concepto que utiliza es el de la memoria y su fragilidad, ¿hay verdad en los recuerdos?

—Creo que el concepto de memoria está sobrevalorado. Cuando uno escribe sobre sí mismo recurre a sus memorias y darle esta importancia siempre me ha hecho sonreír porque es tan frágil, cambia mucho con el tiempo, depende de interpretaciones, etcétera. Dentro de un mismo núcleo familiar los recuerdos pueden no coincidir. Los momentos más traumáticos de mi vida no son los de mi hermano. Por eso, una de mis ideas era poner en duda los recuerdos y hacerlo a mi manera.

Ganó el Strega Giovani, que dan los jóvenes en Italia, ¿cómo lo recibió? ¿Le agrade fomentar la lectura en su país?

—Fue muy bonito.Nunca se me ocurrió que a los jóvenes les interesara algo que he escrito yo, que tengo 47 años. Por otro lado, nos quejamos de que los jóvenes no leen, pero la estrategia no es buena. Si miras los libros obligatorios del colegio son todos de la Primera Guerra Mundial o así. Habría que darles cosas más contemporáneas. Mi libro nunca ha entrado en la escuela porque con el gobierno de Meloni y el Ministro de Cultura de Italia no quieren tocar temas problemáticos como los que yo trato, como el sexo o el aborto. Al mirar a lo antiguo se ahorran problemas.