La génesis del libro se encuentra en un viaje que realizó el escritor al sur de Francia, para consultar unos archivos. En aquel momento estaba inmerso en el proceso de escritura de su libro sobre la poeta y periodista republicana Ana María Martínez Sagi, a la que De Prada también dedicó su tesis doctoral. En el archivo encontró informes sobre intelectuales que cruzaron la frontera francesa y vivieron en el exilio durante la Segunda Guerra Mundial. Si Las Máscaras del héroe termina antes de la Guerra Civil, De Prada decidió recuperar al personaje protagonista una década más tarde, aproximadamente, y en otro país. «Me di cuenta de que tenía una historia coral y situé al narrador de mi primer libro en los ambientes bohemios del París ocupado por los nazis, pero me gustaría aclarar que no se trata de una continuación ni de una segunda parte de la novela en absoluto», explica el escritor, a la vez que reconoce que le hubiera gustado abordar los años de la Guerra Civil: «Es un tema espinoso que requiere mucho trabajo de documentación. Lo cierto es que lo pensé, pero luego se me impuso como tema el de los intelectuales españoles en el París ocupado», apunta.
Individualidad
De Prada, que se considera ajeno a las modas literarias y cultiva una prosa barroquizante, defiende la personalidad y la individualidad del creador. «No puede estar uno apuntándose a todo lo que se lleve. Un escritor tiene que transitar el camino que su obra necesite. Yo no soy un autor que se adapte a las consignas estéticas del momento. La verdadera literatura debe ir por los caminos que ella misma se marque», afirma el autor, que obtuvo el Premio Nacional de Literatura con La vida invisible, a la vez que aclara el origen de sus referentes y sus genealogías literarias: «Umbral y Cela son escritores que están en mi estirpe. Podemos remontarnos a otros, como Valle-Inclán o Gómez de la Serna. Esa tradición barroca y florida española es la que me interesa, pero hay otras muchas otras lecturas que han dejado poso en mi escritura, como Cortázar, Borges o Leonardo Castellani. Un escritor es siempre hijo de cincuenta padres», destaca el autor.
Del panorama literario actual, De Prada no tiene una opinión excesivamente buena, pese a resaltar, entre novelas de tercera y fenómenos editoriales pretendidamente buenos, los debuts de Sara Barquinero y David Úcles, Los escorpiones y La península de las casas vacías, respectivamente, por la calidad de las obras, pese a que según De Prada la literatura está perdiendo relevancia social. «Es un drama. Basta ver cómo el gran público se queda mirando series de Netflix y las editoriales disfrutan publicando bazofia; libros de youtubers o de presentadores de TV sin ninguna calidad literaria», sentencia un escritor que conoce ese escenario de primera mano; fue una cara muy reconocible en los programas de tertulias a principios de los años 2000, en los que defendía casi siempre posturas o posiciones conservadoras.
Todo eso aparece, como un exorcismo, en su novela Mirlo blanco, cisne negro, en la que ajusta cuentas con ese mundo en el que el escritor solo importa como personaje o imagen pública. «Es un libro que refleja una etapa de mi vida. Sucumbí a los cantos de sirena de los medios de comunicación que, vistos desde dentro, son lamentables. El éxito para un escritor es muy peligroso, ya que vivimos en sociedades que aprecian al creador por su proyección publica», explica De Prada.
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