Shelley, conocida mundialmente por ser la autora de Frankenstein, escribió Mathilda poco después, cuando todavía era veinteañera. «Es una de sus novelas más importantes, porque refleja muy bien el estilo de Shelley: oscura, contada en primera persona, en un tono confesional, que muchos críticos consideran autobiográfica porque revela sus propios sentimientos. Ciertamente Shelley tuvo una vida turbulenta: no tenía una buena relación con su padre, tuvo problemas porque la familia no aceptaba su matrimonio y en aquel momento acababa de perder a su primera hija cuando era un bebé», detalla Bauzà.
Así las cosas, Mathilda es «una obra bastante oscura que fue muy controvertida en su época, aunque vio la luz mucho tiempo después de la muerte de Shelley, en 1959, y lo sigue siendo todavía hoy, pues aborda cuestiones tan delicadas como el suicidio y el incesto», añade. Con todo, Bauzà puntualiza que «es muy sutil y deja al lector en la incertidumbre de qué sucede realmente y qué no», a la vez que destaca su «lenguaje expresivo, que emociona».
En comparación con Frankenstein, Bauzà explica que Shelley consigue transmitir «los sentimientos del monstruo» y, en el caso de Mathilda, «el lector está preocupado continuamente». «Precisamente por eso es una obra brillante, que te hace reflexionar y sentir cosas desde el principio», afirma.
Por su parte, también traduce los cuentos más famosos del autor de La letra escarlata, Nathaniel Hawthorne: Llibre de meravelles. Contes de Tanglewood. «Aunque es famoso por La letra escarlata y estos cuentos los escribió hacia el final de su vida, son de una calidad literaria impresionante. He disfrutado mucho traduciéndolos porque son muy redondos y a cualquiera que le interese mínimamente la mitología clásica también le gustarán».
En este sentido, si bien el subtítulo reza que son cuentos para niños, Bauzà avisa que «el que esté familiarizado con la mitología sabrá que sus historias no son precisamente edulcoradas, puesto que los castigos de los dioses son muy duros». «Los dioses se comportan de un modo similar al de los humanos y eso quiere decir que también son rencorosos y pasionales. Hemos conservado ese subtítulo que indica que es para niños, pero están dedicados al lector de cualquier edad», añade. Así, de la mano del joven estudiante Eustace Bright, un grupo de niños se inicia en la mitología griega a partir de una serie de encuentros y excursiones a lo largo de las diferentes estaciones del año, en las que conocen las historias del rey Mides, que convertía en oro todo lo que tocaba; la curiosidad de Pandora y Epimeteu; la bellísima historia de amor de Filemó y Baucis o Jàson, con sus extraordinarias aventuras a la búsqueda del vellocino de oro.
Asimismo, estos relatos van acompañados por varias ilustraciones que reflejan también esa oscuridad propia de los mitos, sin que resulten, señala Bauzà, desagradables. Al fin y al cabo, resume la traductora, «los mitos son lecciones de vida para niños y niñas, para enseñarles lo que está bien y lo que está mal, aunque también conviene que los adultos los recordemos».
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