El paisaje interior no siempre se corresponde con el exterior. Y, sin embargo, a veces, el momento vital queda perfectamente reflejado en un lugar. Este es el caso de El temps habitat (Proa), la nueva novela de Maite Salord (Ciutadella, 1965). La historia está protagonizada por una empresaria que ronda los 60 y que decide vender la casa familiar de Menorca que la vio crecer a una pareja extranjera. La decisión hará que afloren los miedos e inseguridades del pasado en un presente lleno de cicatrices. Sobre la obra charlará con Pilar Arnau este sábado a las 12.00 horas en la Llibreria Quart Creixent de Palma.
«Parto del hecho de que los recuerdos y las experiencias están ligados a escenarios concretos y que, realmente, cuando pensamos esos lugares no echamos de menos esos espacios, sino lo que vivimos en ellos. Los espacios son tiempos habitados, lo que realmente hemos vivido. En este sentido, era importante vehicular determinados recuerdos a espacios concretos. Cuando empecé a escribir la novela me pregunté si los recuerdos son diferentes según el lugar al que están ligados. En este caso, es una casa, pero los recuerdos vividos en una cocina o en un jardín no son los mismos y me he basado en todos estos elementos para ir construyendo la historia», detalla la autora.
La cuestión de la herencia, tanto patrimonial como personal, también pesa en El temps habitat. Y es que la protagonista, Àngela, recorre esa casa familiar, ahora abandonada, mientras recorre también las estancias de su memoria. Y, a la vez, aquella casa y la propia Àngela se convierten en testimonios de una Menorca y de una sociedad que se están desvaneciendo. «En 2021, cuando empecé la novela, estaba comenzando el fenómeno de vender casas a extranjeros; pero ahora ya es una realidad muy evidente. Es cierto que las casas de campo menorquinas han ido pasando de mano en mano desde siempre, pero lo que genera más temor es que ahora pasa a manos que no conocen la realiad de la isla ni de los lugares. Antaño pasaba de un noble a un constructor, pero al menos eran de Menorca y, en general, sabías que mantendrían la fisonomía. Ahora tenemos el riesgo de perder lo que nos define», compara.
De hecho, Salord cuida el lenguaje e incluye léxico y expresiones propias del dialecto menorquín. «Siempre he intentado que mi voz narrativa sea muy isleña, evidentemente dentro del margen del estándar. No hay que olvidar que todas las variedades son una muestra de la riqueza de nuestra lengua y últimamente hemos podido comprobar que se incorpora en muchas obras», agrega.
En cuanto a la estructura, la autora aclara que la novela está concentrada en un espacio limitado, tanto física como temporalmente, aunque condensa «toda una vida y un mundo que ha cambiado, pero que todavía sigue cambiando». «Es una constatación de los cambios que tenemos y que la protagonista vive en primera persona», concluye.
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