¿Quiénes eran los maestros que enseñaban a los niños a leer y a escribir en la edad media? ¿Dónde y cómo guardaban los ciudadanos los libros en sus casas en la Mallorca medieval? ¿Cómo eran el papel y la tinta de los libros? Estas son algunas cuestiones que, con demasiada frecuencia, pasan desapercibidas a los estudiosos de la materia, que se centran especialmente en el contenido y la «faceta intelectual» de los libros.
Sin embargo, a estas cuestiones dedican Maria Barceló Crespí (Porreres, 1951) yGabriel EnsenyatPujol (Andratx, 1961) el volumen Escriure i llegir a Mallorca a l’edat mitjana (Lleonard Muntaner), un ensayo que ofrece un viaje en el tiempo a una época, que según puntualizan ambos historiadores, «ha sido tratada injustamente de oscura» y que, sin embargo, «tiene más luces que sombras».
Información
Insiste en ello Maria Barceló, doctora en Història Medieval y catedrática emérita de la UIB, que como investigadora se considera una «adicta» a los libros, siendo «clienta habitual del Arxiu del Regne de Mallorca». «Desde 1971 no hay semana que no me pase una o dos veces por el Arxiu», asegura Barceló, a la vez que confiesa que tiene en su casa una cantidad ingente de ficheros y cajas llenas de material que ha ido recopilando a lo largo de todos estos años. Entre esta multitud de cajas se encuentra mucha información que ahora comparte, junto a quien fue su alumno en la UIB, en este volumen.
«No es la primera vez que alguien aborda el tema de los libros. Por ejemplo, tenemos un magnífico trabajo de Jocelyn N. Hillgarth o la gran labor que llevó a cabo el padre Llompart, pero es cierto que nosotros vamos más allá del aspecto intelectual del libro, es decir, del contenido, y nos centramos en la faceta más material y también profundizamos en estas cuestiones desde la perspectiva de la cotidianidad, analizando elementos que tienen que ver con el mundo del libro, con quienes lo hacen posible, pero también otros asuntos como los utensilios que se usaban para escribir, la biblioteca particular que tenía cada uno en su casa o incluso hablamos de los muebles donde guardaban las obras».
Para poder estudiar en profundidad todos estos elementos, Barceló y Ensenyat han llevado a cabo una importante investigación para recabar información, que comprende tanto la archivística como la bibliográfica. Así, por ejemplo, han consultado, además del Arxiu del Regne, que a su vez incluye el Arxiu Històric o la Escrivania de Cartes Reials, entre otros; el Arxiu Capitular y el Arxiu General del Consell. Entre las referencias bibliográficas figuran el Arxiu de Textos Catalans Antics o el Bolletí de la Societat Arqeuològica Lul·liana, solo por citar unos pocos.
Todo este material les ha permitido a los autores «matizar» muchos conceptos e ideas, «clichés» muy extendidos, como es la creencia de que, en la edad media, leer y escribir era «patrimonio exclusivo» de los eclesiásticos. De hecho, demuestran que en Mallorca «muchísimas personas que no pertenecían a la Iglesia también tuvieron acceso a la lectura, a la escritura y a todo lo relacionado con lo que entendemos por cultura».
Los libreros
Uno de los datos más interesantes que aporta el ensayo es que, en la época medieval, los libreros tenían más responsabilidades que en la actualidad, sino que también ejercían de encuadernadores, además de, por supuesto, comprar y vender libros. «Hemos podido documentar una mujer pergaminera en Palma y los diferentes utensilios que usaba», apunta Ensenyat. En este sentido, explica otro dato interesante: «El colectivo de libreros y encuadernadores eran, en su mayoría, judíos conversos que tenían su tienda cerca de Cort». «Cabe remarcar también que muchos no se dedicaban exclusivamente a ser libreros, sino que lo compaginaban con otros negocios. Aun así, destaca una estirpe de libreros, como Jaume Irdis y Benet de Prats», agrega.
Enseñanza
Otro punto sobre el que arrojan luz es el de la enseñanza. Ambos coinciden en que muchos estudios se dedican a la enseñanza universitaria, pero ellos se han decantado por ahondar en la enseñanza de primaria y secundaria, así como en los manuales o libros de texto que estaban escritos, sobre todo, en latín. Vinculado con este apartado está otro en el que analizan los contratos de aprendizaje. «Una forma que tenían los padres de asegurarse una buena manutención de sus hijos es que mandaban a estos, entre los 7 y 14 años, a servir en otra casa. En el caso de los niños, aprendían el oficio del señor de la casa que podía ser, por ejemplo, herrero, carpintero o mercader, a cambio de su manutención. A veces, se incluía una cláusula que especificaba que en la nueva casa el niño debía aprender a leer y a escribir, algo muy interesante porque demuestra que había interés, cada vez más progresivo, ya en el siglo XV, en que los niños se alfabetizaran», relata Ensenyat.
Así las cosas, Escriure i llegir a Mallorca a l’edat mitjana constituye un estudio exhaustivo de la cotidianidad que envuelve el mundo del libro, centrándose en la edad media y también en Mallorca. Un análisis riguroso pero que también tiene vocación de ser accesible al público aunque, como avisa Barceló, «para entenderlo bien el lector debe tener unos conocimientos previos de historia general que, por desgracia, el gran público no tiene».
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