La cantante y compositora cubana, Ana Carla Maza. | Jaume Morey

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Es violonchelista, sí, pero no solo eso. Es cantante, sí, pero no solo eso. Y es compositora, sí, pero no solo eso. Es, de hecho, las tres cosas a la vez y puede que alguna más. Ana Carla Maza (La Habana, Cuba, 1995) aterriza en España con su primera gira nacional este año y tendrá parada en Mallorca. Concretamente será el próximo 26 de febrero en el Trui Teatre, donde presentará Caribe, un disco tiene un pie en su fuerte raíz caribeña, movida por ritmos latinos y sonidos que nos trasladan a una isla donde siempre suena la música y las noches cálidas brillan al son de los tambores, mientras que el otro pie se adentra en las influencias rockeras, pop y de música urbana con base en su formación clásica adquirida en París. Al igual que Cuba, Ana Carla Maza es un crisol de estilos, inquietudes y deseos que hace escala en Palma dentro de un tour que la llevará a Europa, América y Asia en 2025.

¿A qué suena 2025 en la vida de Ana Carla Maza?
—A alegría, a calor isleño y a ganas de vivir nuevos momentos. Se viene el Caribe World Tour, 6 continentes, una gira nacional en España y estoy supercontenta de que volvamos a Mallorca, una isla con la que me siento muy identificada porque se respira ese aire cálido, isleño, humano, de atención a las cosas sencillas. Debemos cuidarnos mucho y a cuidar de nuestros seres queridos. El arte y la cultura nos acompaña a lo largo de nuestra vida en la música y quiero que este Caribe sea el fondo sonoro de 2025.

El año pasado tocó en el Jazz Sa Pobla, ¿cómo regresa a Mallorca? ¿Es muy distinta ahora?
—El Jazz Sa Pobla fue un éxito total y estoy muy feliz de regresar porque me quedé con ganas de más. La primera vez que uno viene a esta Isla se enamora y sé que en el Trui Teatre, que es un teatro muy bonito, acompañada de mi banda y con mi violonchelo, compañero de vida, será todo un espectáculo.

¿Siente mucha conexión entre Cuba y Mallorca?
—Sí, se parecen muchísimo. La isla es otra forma de vivir, otra filosofía, el ritmo, el aire de las islas. Es muy agradable y bonito. Estar rodeada de mar, sol y buena comida siempre se agradece.

¿Cómo entra en contacto con el violonchelo?
—Me enamoré de él desde pequeña y es mi instrumento favorito, lo que ocurre es que también me gustaba componer y Caribe ha sido un gran reto como compositora.

No es habitual cantar y tocar el chelo.
—Tocar, cantar y componer son tres disciplinas que conllevan cada una su preparación. Me formé en París, en La Sorbona, 8 horas diarias de ensayos y práctica, es una vida muy sacrificada, y ha sido duro encontrar mi identidad. Lo he hecho honrando mis raíces y mezclando los géneros que me hacen vibrar. Las letras que escribo son parte de mi estar en el presente. No hay mayor secreto que pasarlo bien.

¿Ha sido complicado juntar los tres aspectos?
—Juntarlo todo ha sido una necesidad. Algo muy natural y orgánico que viene del corazón y muy sincero. Todo lo que hago es muy sincero. Creo que debemos dar espacio a la autenticidad, a las cosas orgánicas, a lo que llevamos dentro. Todos tenemos una esencia muy bonita.

¿Qué es la música para usted?
—Mi amor por la música es muy sincero y muy bonito. Cuando uno ama algo en la vida le dedica tiempo y es una prioridad. Cuando tocaba el violonchelo siento que se suspende el tiempo, no veo pasar las horas, y el sacrificio se vuelve concentración. La música es compartir, pasarlo bien, vivir nuestras penas y superarlas con música.

¿Qué cosas transmite en su música y en Caribe?
—Habla de una mujer emporedada que alza la voz en momentos difíciles. Es una oda a las mujeres, a que no tengan miedo. Es nuestro momento de escuchar nuestros corazones y dejarnos llevar por el instinto innato. Siempre he sido una mujer muy echada para adelante, pero la sociedad no nos impulsa a alzar nuestra voz, por eso es importante sacarla, y lo he plasmado en canciones como Diana.