Bernat Quetglas es el fundador y director titular de la Orquestra de Cambra de Mallorca. Foto: ORQUESTRA DE CAMBRA

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Cuando presentaron esta cuarta temporada de conciertos de la Orquestra de Cambra de Mallorca en el Teatre Principal d’Inca, que arrancó con el tradicional concierto de Año Nuevo, el fundador y director titular de la formación, Bernat Quetglas, ya aseguró que se trataba de «la mejor temporada que hemos presentado nunca a nivel artístico».

Y en gran parte es por el concierto que ofrecerán este sábado (19.00 horas), protagonizado por el violista Joaquín Riquelme García, «el único español con plaza en la Filarmónica de Berlín, la mejor o, como mínimo, una de las mejores orquestas del mundo» y el violinista José Manuel Álvarez Losada, «una joya que tenemos mucha suerte de tener como profesor en el Conservatori».

Asimismo, Quetglas, que el pasado domingo 26 se estrenó como director de la Orquestra Simfònica d’Alcoi, tras superar las pruebas con el tribunal hace ya unos meses, destaca el repertorio que interpretarán el sábado. «La Sinfonía Concertante en mi bemol mayor K 364, de Mozart, es una obra extraña porque no hay demasiadas piezas hechas para violín y viola solistas. Esta es la única famosa del gran repertorio, pero eso no quiere decir que se interprete mucho. Además, Mozart añade simbología masónica. Es bien sabido que el compositor estaba muy vinculado a la masonería, algo que queda reflejado en algunos detalles, como el hecho de que está escrita en tres bemoles y el tres es un referente masónico. Por tanto, es una gran oportunidad para escuchar a dos grandes solistas hacer un repertorio excepcional», remarca.

Conexión

Esta sinfonía conecta con otra de Mozart, la 39 en mi bemol mayor K 543, que es de la «misma tonalidad» y, por tanto, también está relacionada con la masonería. En este caso, «es una de las pocas piezas de Mozart dedicada al clarinete, un instrumento que, además, inventó un masón y se usaba en rituales masónicos».

Entre ambas piezas interpretarán Dos piezas para cuarteto de cuerda de Dimitri Shostakovich, adaptadas para orquesta de cuerda. «Son obras en las que Shostakovich recogió lo que más le gustaba de la ópera y del ballet. Son muy divertidas, con carácter, que más que dramáticas quieren ser de entretenimiento», explica. Además, continúa, «enlazan muy bien con las dos de Mozart». «Al final, el clasicismo tenía como finalidad emocionar, pero también entretener a los nobles y primeros burgueses. En conjunto, es un concierto con el que el público se divertirá mucho, con piezas alegres, frescas y rítmicas que gustan a todos los públicos», asegura.